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Arturo Moscoso Moreno | Todo en todas partes al mismo tiempo

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¿No se supone que la misma AMT es la que controla el estado de los vehículos que circulan por la ciudad? Parece que no

Y no, no me refiero a la maravillosa -aunque, si he de ser honesto, un poco confusa- película dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert (los ‘Daniels’), sino al abrupto surgimiento de una cantidad absurda de obras de repavimentación y señalización en la ciudad de Quito. Todo al mismo tiempo. En todas partes. A todas horas. En pleno invierno y a las puertas de las fiestas de fundación de la ciudad y de Navidad.

La ciudad parece haber sufrido un bombardeo. Calles cerradas, desvíos imposibles, maquinaria pesada en cada esquina y un tráfico que convierte cualquier trayecto en una prueba de resistencia física y mental. Y no se trata de que “no haya tusa que nos calce”, como dijo por ahí un ‘sesudo’ dizque analista político. Se trata de que hacerlo todo a la vez no es eficiencia, es todo lo contrario.

Y mientras tanto, los accidentes de tránsito siguen ocurriendo a diario. Según la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) -la principal responsable-, entre enero y octubre de 2025 se registraron en Quito más de 3.252 accidentes de tránsito, con 2.063 personas lesionadas y 278 fallecidas. En la Ruta Viva, solo este año, han muerto 15 personas y se han reportado 68 accidentes, el último causado por un tráiler descontrolado que arrasó con todo a su paso porque se quedó sin frenos.

¿No se supone que la misma AMT es la que controla el estado de los vehículos que circulan por la ciudad? Parece que no. Su genial aporte ha sido el de colocar obstáculos plásticos en todas las vías. Como si los conos y las barreras color naranja fueran a reemplazar la falta de controles, camuflar la corrupción en la revisión vehicular o reemplazar la ausencia de educación vial.

Sí, Quito necesita mantenimiento. Nadie lo discute. Pero hacerlo todo, en todas partes, al mismo tiempo y sin planificación ni orden convierte a la ciudad en un laberinto y el viaje más simple en una odisea. Obras hay, sin duda. Lo que falta -como casi siempre- es cabeza. Y mientras tanto, seguiremos atrapados entre conos, baches y promesas de movilidad que no se cumplen, y con la muerte rondándonos en cada vía.