Arturo Moscoso Moreno | ¿Qué diablos pasó?
Simplemente, la mayoría, como casi siempre en las consultas populares, votó sobre la gestión, no sobre las preguntas...
Todo hacía prever una nueva goleada del presidente. Las encuestas la anticipaban y buena parte de la opinión pública asumía que el electorado volvería a respaldarlo. Pero, de pronto, la jugada no funcionó como se esperaba y se dio un resultado que nadie -o casi nadie- tenía en sus predicciones. ¿Qué diablos pasó?
Bueno, primero hay que reconocer que fue una derrota contundente. Que no se la explica con tecnicismos ni disquisiciones jurídicas. Simplemente, la mayoría de la gente, como casi siempre en las consultas populares, votó sobre la gestión, no sobre las preguntas, mostrando descontento, molestia y agotamiento.
Lo segundo es que la propuesta de una Asamblea Constituyente, percibida como un ‘cheque en blanco’ por no estar acompañada de un proyecto claro, no terminó de convencer. Y esa desconfianza, en un país de tanta debilidad institucional, pudo haber generado un efecto de arrastre hacia las demás preguntas. Es probable que más de un elector haya votado pensando en evitar una Constituyente sin límites antes que en los contenidos específicos de cada tema.
Y luego está el misterio estadístico. ¿Por qué fallaron tanto las encuestas? La otra noche conversaba con Javier Rodríguez -síganlo en X, @mjavierrod, donde explica estas cosas con claridad meridiana- y concluíamos algo inquietante: es un problema de muestreo, pero ni siquiera está claro dónde. ¿Cobertura insuficiente? ¿Sesgo de no respuesta? ¿La gente simplemente ya no quiere decir lo que piensa? Si es lo último, habrá que empezar a usar modelos que simulen lo que respondería la gente que no lo hace. Cálculos para descifrar silencios.
A eso hay que sumarle el problema narrativo del propio Gobierno. Se había autoconvencido de que tendría un triunfo claro. Pero esta vez la repetición mostró otra cosa. A veces el VAR no confirma lo que uno espera. Ahí solo queda aceptar el marcador y ajustar la estrategia.
En ese sentido, ojalá que se lea bien el mensaje de la ciudadanía. Porque, al final, lo importante no es solo asumir la derrota, sino seguir preguntándonos: ¿qué diablos pasó? Solo así se podrá corregir el rumbo.