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Arturo Moscoso Moreno: Otra oportunidad perdida

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Lo que podría haber sido un parteaguas en la calidad de la democracia en nuestro país ha terminado siendo un ajuste técnico

El oficialismo y sus aliados tuvieron una oportunidad histórica: una mayoría legislativa lo suficientemente sólida para impulsar reformas profundas al sistema político ecuatoriano. Se podía reforzar los cimientos de nuestra democracia y no solo arreglar la fachada, pero, una vez más -como tantas veces en nuestro país- esa oportunidad se desperdició.

La reciente reforma al Código de la Democracia es la muestra más clara de ese cortoplacismo que asfixia cualquier intento serio de institucionalización. En vez de construir sobre la necesidad urgente de fortalecer el sistema de partidos, democratizar la selección de candidaturas o formar carreras políticas, la Asamblea se conformó con cambiar la fórmula de asignación de escaños de Webster a D’Hondt y poco más.

No es que la fórmula no importe. Importa, y mucho. El método D’Hondt tiende a favorecer a las fuerzas políticas más grandes, y tal vez por eso se eligió. El oficialismo debe creer que, porque hoy es mayoría, mañana seguirá siéndolo. Pero el péndulo político ecuatoriano no perdona. Lo que hoy parece astucia estratégica puede terminar como un ‘boomerang’ pegándoles en la cara.

Claro, hay quien dirá que no fue un desperdicio del todo. Que se avanzó en regulación del financiamiento, cuentas únicas y sanciones más claras. Que las listas deben ser encabezadas por mujeres en un 50 %. Y es cierto, algo se hizo. Pero con partidos sin estructura o de alquiler, sin carreras políticas, sin algo que impida la proliferación casi pandémica de organizaciones políticas, todo eso suena más a maquillaje que a cirugía.

Así, lo preocupante no es lo que se cambió, sino todo lo que se dejó intacto. En suma, seguimos y seguiremos sin partidos de verdad.

Como advertí en una columna anterior, se sigue reformando con mirada miope, persiguiendo ventajas inmediatas en lugar de construir instituciones que resistan los vaivenes del poder.

Lo que podría haber sido un parteaguas en la calidad de la democracia en nuestro país ha terminado siendo un ajuste técnico menor, hecho a medida del poder de turno y no del sistema.

Otra oportunidad perdida.