Arturo Moscoso: Otra ley y se arregla todo

¿De qué sirve que el riesgo país baje si cualquier inversionista se expone a que un juez pueda torcerle el contrato?
De acuerdo con una investigación periodística reciente, más de la mitad de las auditorías hechas por la Contraloría a jueces y fiscales revela indicios de responsabilidad penal. ¡Más de la mitad! Y eso que todavía no terminan. Pero tranquilos, que ya viene otra ley. Dicen que con esta sí se arregla todo.
No importa que tengamos jueces con patrimonios dignos de Silicon Valley, o fiscales que acumulan bienes como si cada mes se les muriera una tía rica con ellos como únicos herederos. No. El problema, según ciertos asambleístas, es que las penas no son lo suficientemente duras. Que el código está flojito. Que falta meterles miedo. Entonces proponen otra reforma, otro artículo, otra ley. Porque, claro, si la justicia está podrida, lo lógico -según ellos- es maquillarla con más tinta. Nadie plantea que antes de escribir más leyes, tal vez -solo tal vez- deberíamos depurar la justicia.
Es que lo que no entienden -o no les importa- es que ninguna norma sirve si quienes la aplican están en venta. Porque el papel aguanta todo, pero la corrupción aguanta todavía más. ¿De qué sirve que el riesgo país baje si cualquier inversionista que quiera poner un pie aquí se expone a que un juez pueda torcerle el contrato a cambio de un Rolex?
Mientras tanto, siguen las liberaciones exprés, las medidas cautelares a la carta, los patrimonios exorbitantes y los expedientes dormidos. Pero eso sí, con leyes impecables e implacables (porque mientras más duras, mejor). De manual. De esas que se lucen en foros internacionales y en rankings de ‘seguridad jurídica’. Porque ya se sabe: lo importante no es que funcione, sino que parezca que funciona.
Esto no solo explica por qué los ecuatorianos no creen en el sistema de justicia. Lo confirma. Y esto va más allá: destruye la confianza que nos tenemos los unos a los otros, en el Estado y en la idea misma de que hay reglas y hay alguien que las haga cumplir. Y si eso se derrumba, ¿qué queda? El sálvese quien pueda. ¿Y la democracia? Hecha trizas.
Pero no importa. Porque viene otra ley. Una más. Y ahora sí, esta vez sí, con esta sí… se arregla todo.