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Arturo Moscoso: La joya olvidada

Avatar del Arturo Moscoso Moreno

Esmeraldas tiene todo para ser un referente turístico nacional e internacional

Hace unos días, regresé a la ciudad de Esmeraldas después de, quizás, unos diez años. Pero esta vez fue diferente, porque no fue solo de paso, sino que pude compartir con su gente. Personas alegres a pesar de la adversidad, que, con la calidez, generosidad, amabilidad y hospitalidad que me demostraron, me hicieron sentir como en casa.

Sentado al pie de la playa en el malecón de Las Palmas, mientras disfrutaba de un bolón de verde con camarón encocado, pensaba en el extraordinario potencial turístico de la ciudad y el resto de la provincia. Playas paradisíacas, paisajes asombrosos, una gastronomía para volverse loco y una tradición musical vibrante que refleja su enorme riqueza cultural hacen de Esmeraldas un lugar único. Es imposible no enamorarse de esta tierra y de su gente. Pero también es inevitable preguntarse por qué no ha recibido la atención que merece.

La provincia, hermana de Pichincha, ha sido durante décadas el destino preferido de quienes buscan el mar desde Quito. Sin embargo, mientras la capital ha crecido y prosperado, Esmeraldas ha afrontado un abandono sistemático que ha permitido que la delincuencia, el narcotráfico y la corrupción la golpeen con fuerza. Este descuido no solo ha frenado el desarrollo de la provincia, sino que también ha privado al país entero de los enormes beneficios que una Esmeraldas próspera podría generar.

Con su ubicación estratégica, su riqueza natural y cultural, y la resiliencia de su gente, Esmeraldas tiene todo para ser un referente turístico nacional e internacional. Pero para lograrlo se necesita mucho más que buenas intenciones: hacen falta inversiones responsables, políticas públicas efectivas y, sobre todo, un compromiso real por parte de nuestra clase política para impulsar su desarrollo. Algo nada fácil en un país en el que la clase política es, probablemente, su principal problema.

Esmeraldas es una joya. Una que hemos dejado en el olvido por demasiado tiempo. ¿Aún estaremos a tiempo de redescubrir su brillo? Más nos convendría, porque no hacerlo es un lujo que este país no puede darse.