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Andrés Isch | Uruguay y la razón

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El talento, la honestidad y el esfuerzo son los que determinan el éxito personal

Uruguay es un país territorial y poblacionalmente pequeño, con un poco más de tres millones de habitantes (menos que Quito o Guayaquil), y sin grandes recursos naturales. Sin embargo, año a año Uruguay destaca con nota sobresaliente en cada ranking continental: es la única democracia plena de América Latina, el primero en índices de prosperidad, el primero en índices de libertad económica, el primero en índices de educación, acceso a servicios, reducción de pobreza, energía limpia y calidad de vida. Crece anualmente entre el 3 % y 5 % del PIB de manera sostenida.

Su éxito no es magia; por el contrario, parte de una condición simple pero indispensable: guían sus decisiones por la razón en lugar de los dogmas. Son décadas en que la clase política (y, por lo tanto, el pueblo uruguayo) ha sostenido condiciones favorables para la inversión en innovación y tecnología. Fórmulas liberales que permiten encontrar respuestas en los privados, los cuales pueden permitirse apostar al largo plazo gracias a la estabilidad institucional y la seguridad jurídica, que son respetadas tanto por gobiernos de derecha como por los de izquierda. No hay repentinos cambios en las condiciones tributarias, contratos incumplidos por parte del Estado, discursos antiempresariales o espacio para el extremismo, sino un entorno donde el sector público entiende a las empresas como las grandes gestoras de progreso.

Por ejemplo, las políticas forestal y de desarrollo de software se han mantenido estables con leyes que llevan ya vigentes más de 30 años, sin folclor legislativo ni absurdas metidas de mano a través de sobrerregulaciones. El régimen de zonas francas viene desde inicios del siglo XX, al igual que la priorización de los procesos educativos, públicos y privados, donde se enfoca a los alumnos a ingenierías y carreras técnicas y no al activismo político. El resultado es que allí la extrema pobreza afecta apenas a un 0,2 % de la población.

En un ecosistema así, el talento, la honestidad y el esfuerzo son los que determinan el éxito personal. Uruguay es un espejo en el que Ecuador debería reflejarse, teniendo a la razón como el faro que guíe nuestro futuro.