Andrés Isch | Póker

Miro en distintos sectores líderes reales que sacan la cabeza y motivan a otros a no bajar los brazos
El póker es el único juego que yo conozco en el que se puede ganar mientras se pierde. Aún con las peores cartas, la actitud correcta puede ser suficiente para forzar a otros jugadores a retirarse; a la larga se necesita conocimiento, estrategia y un poco de suerte, pero ‘bluffear’ alcanza para salir de los momentos complicados y tener una nueva oportunidad.
En la política los ‘blufs’ bien intencionados sirven para recuperar el aire mientras se trabaja en soluciones de fondo. Churchill, por ejemplo, cambió la historia para bien no por ser un gran genio militar o por sus intachables atributos personales, sino porque cuando los alemanes parecían imparables, él convenció, a los suyos primero y a los aliados después, de que tenía una mano ganadora. Su confianza se contagió y pese a bombardeos y terribles noticias desde el frente, la moral de Gran Bretaña no se rompió. Lo mismo sucedió con Colombia y España en los años ochenta, cuando lograron imponerse al terror de delincuentes y subversivos que creyeron que con crueles ataques podían doblegar no solo al estado sino también al espíritu de los ciudadanos. Han sido líderes valientes, soñadores y quizás hasta ingenuos los que levantan a sus naciones en las horas más oscuras. Levantan y no mucho más, porque una vez de pie son los pueblos los que tienen que avanzar, aun cuando el horizonte esté oculto, confiando en seguir dando pasos en la dirección señalada.
Tengo la sensación de que, si bien seguimos aletargadas por el impacto de la violencia a la que nunca hemos estado acostumbrados, hay señales de que comenzamos a ponernos de pie. Miro en distintos sectores líderes reales que sacan la cabeza y motivan a otros a no bajar los brazos; a empresarios que en lugar de retirarse a disfrutar de su dinero en el extranjero prefieren apostar localmente; a jóvenes que quieren innovar en lugar de esconderse; y algunas autoridades que con valentía están enfrentando a ese gigante monstruo que es el crimen organizado.
Hay que reconocer a esos líderes y seguirlos. Pretender ante el mundo que tenemos una buena mano e invitarlos a soñar con este país mientras nos sostenemos unos a otros y damos pelea. Ecuador sí puede ganar la partida.