Andrés Isch | Un meme

Otrora autoridades con alta popularidad ahora están convertidas en una patética broma
Un expresidente da una entrevista en calzoncillos, alegando conspiraciones sobre tinta andariega; otra, usa su balcón como tarima mientras luce grillete y arresto domiciliario. Maduro, el criminal, cruzando elogios con Zapatero mientras mantiene presos a miles de perseguidos políticos; Ortega, llenando de cargos a su esposa, Rosario Murillo, mujer que expresa la decadencia de ambos en el alma y en el rostro. Otrora autoridades con alta popularidad ahora están convertidas en una patética broma, presos en una jaula de delirios creada por sus propios pecados y también por un ejército de aduladores.
Corazones vacíos y mentes obsesivamente enfocadas en mantenerse presentes, no por convicción de servicio, sino por un síndrome de abstinencia ante la inevitable irrelevancia. Anhelan la adrenalina del control absoluto, de la facultad de disponer del destino del resto y de sentirse venerados. El poder no solo revela la esencia de las personas, sino que también eleva como un globo de helio a quienes livianos carecen de principios y sustancia. Los separa del suelo, volviendo imposible que mantengan la más elemental conexión con la realidad (Alfredo Bryce Echenique recuerda en su autobiografía una soleada tarde en la que él, Fidel Castro, Guayasamín y otros socialistas comían langosta en un yate mientras teorizaban sobre la revolución).
“El verdadero signo de la grandeza no es la estridencia sino la magnanimidad”, decía el senador William Fulbright en su libro La arrogancia del poder. Él entendía a la perfección lo efímero del ejercicio de autoridad, ya sea por parte de un individuo, un estado o un imperio. Quienes no sepan irse a tiempo, quienes no entiendan que el sistema democrático requiere de desprendimiento y respeto a las ideas ajenas, terminarán con su juicio envuelto en sombras. Mientras, inevitablemente, la fuerza se agota, los serviles buscarán otros lugares donde recoger migajas y su legado será solo un sinónimo de escándalo.
Esos que entienden la majestad del poder no como el compromiso irreductible de su parte con las obligaciones que el cargo detenta sino como un halo de superioridad sobre los mortales, quedarán fatalmente reducidos a lo que son: un triste meme.