Andrés Isch | Humanos

Prefiero un sistema que aísle por completo a los que consumieron su alma
Leí el fin de semana Férreos ejércitos construirán el abismo, la primera novela de Felipe Rodríguez. Es un ejercicio literario valioso, crudo y oportuno (muy recomendado) en el que describe otra arista de la violencia, de la política criminal y de la transformación de seres en máquinas ‘seteadas’ para imprimir dolor. Un dolor extremo, degenerado al punto de llevarnos inevitablemente hacia una pregunta: ¿qué nos hace humanos que nos diferencia del resto de animales?; y, en consecuencia, ¿por nuestros actos podemos dejar de serlo?
Nietzche creía que la esencia humana está en su carácter evolutivo y su capacidad para crear valores. Boaventura de Souza Santos se inclina por la interacción social, la justicia y la equidad como base que construye la humanidad. Ferrajoli apuesta por la atribución de derechos centrados en la dignidad de las personas. Condiciones que van más allá de la mera biología. Sobre estos principios se han construido los sistemas jurídicos modernos (hasta hace poco incuestionables), asegurando a través del Estado condiciones mínimas para todos, incluso para quienes cometen los crímenes más atroces.
¿Y si estas ideas han estado equivocadas? ¿Y si por enfocarnos en la general magnificencia de los derechos hemos fracasado en proteger a quienes los ejercen con bondad y respeto? Como abogado, suponía conocer la respuesta; creía en la posibilidad de rehabilitar, en las políticas garantistas. Hoy, no tengo idea. No sé el camino correcto, pero sí sé que ante la duda prefiero equivocarme hacia el otro lado. Prefiero un sistema que aísle por completo a los que consumieron su alma. Para sicarios, sádicos y pederastas, prefiero la muerte en vida. Prefiero que sean estos seres quienes carguen con las consecuencias de su maldad y no nuevas víctimas.
A alguien que desprecia la dignidad, que es incapaz de empatizar con el dolor ajeno y que no duda en asesinar a un bebé delante de su madre, no puede considerársele con las mismas características que a los humanos. Se han convertido en algo distinto.
Para preservar nuestra humanidad hay que derrotarlos, con el enorme desafío de que en esta lucha no nos convirtamos en lo mismo que ellos.