Andrés Isch: Que gobiernen los datos

Los dogmas nublan el juicio. Kahneman explica cómo el sesgo cognitivo afecta decisiones y políticas públicas
Los dogmas, si bien son construcciones mentales, tienen efectos reales. Visión, políticas, enfoques y hasta relaciones interpersonales son afectados por sesgos cognitivos que se instalan como anclas. Daniel Kahneman, psicólogo ganador del Nobel de Economía, descubrió que el comportamiento humano está condicionado por un montón de factores que no son “racionales” sino que están mucho más asociados a rasgos evolutivos, prejuicios e incluso eficiencia del cerebro en el uso de la energía.
Por ejemplo, solemos ignorar información que el cerebro no considera relevante para nuestra supervivencia y llenamos esos vacíos con presunciones que nos permiten actuar de una manera veloz, generalmente con un interés preventivo. Es mucho más útil que alguien se equivoque viendo un inexistente depredador escondido entre las sombras a que se equivoque en el sentido contrario y quede a su merced.
El problema es que esta adaptación evolutiva que hemos adquirido no siempre es útil. Muchas de las decisiones que tomamos están viciadas por información errónea previamente adquirida o incluso manipulada intencionalmente por terceros a quienes les hemos dado un grado superior de credibilidad. Esos son los dogmas, ideas consideradas como verdades a pesar de la falta de evidencia.
En varios espacios, pero especialmente en la economía, los dogmas suelen ser devastadores, llevándose consigo el futuro de millones de ciudadanos. El más claro ejemplo: pese al fracaso sostenido de cada versión del comunismo y socialismo, estas corrientes siguen encontrando seguidores, nuevos mesías y gente dispuesta a sacrificar hasta el último resquicio de sentido común por defenderlas.
Kahneman sostenía que “somos ciegos a nuestra ceguera. Tenemos muy poca idea de lo poco que sabemos”. Hay necesidad de un ejercicio de humildad, especialmente entre los políticos, para deponer algunas posiciones tradicionales en su discurso y comprometer acuerdos alrededor de los datos. Sí es posible solucionar los mayores problemas del Ecuador si es que las políticas replican los casos de éxito, pero para eso, como país, debemos estar dispuestos a escuchar, reconocer el aporte que nos da la ciencia y sostener nuestras decisiones en el tiempo, gobernando desde los datos duros.