Premium

Andrés Isch: Deshumanización política

Avatar del Andrés Isch

Necesitamos voces serias que defiendan las reformas que crean bienestar

Esta semana, la Corte Constitucional resolvió sobre varias demandas que habían sido planteadas en contra de la Ley Humanitaria. La decisión ratifica la constitucionalidad de la ley, con unas pocas puntualizaciones. La sentencia me hizo recordar la irresponsable actuación política de muchos sectores durante su debate, que no es muy diferente de cómo se aborda el debate de la política laboral.

La Ley Humanitaria se presentó al inicio de la pandemia. Ecuador se enfrentaba, adicionalmente, al problema de no tener ingresos por la caída del precio del petróleo y la rotura de los oleoductos y tampoco tener reservas (ahorros), pues se la habían mal gastado durante la “década ganada” con una visión clientelar. Se necesitaba de manera urgente encontrar mecanismos para enfrentar la crisis, evitar la destrucción de empleos y dar un alivio a los ciudadanos.

La Ley Humanitaria hacía exactamente eso, pues contemplaba una serie de medidas sociales y herramientas para mantener con vida a los negocios y evitar despidos masivos. Sin embargo, la respuesta de la oposición política fue contraria a la lógica: priorizaron los intereses políticos y sobre todo los electorales (faltaba menos de un año para las elecciones presidenciales del 2021), cortando del proyecto el capítulo de financiamiento y oponiéndose tenazmente a las reformas laborales. Afortundamente, aunque incompleta, se aprobó y el Ecuador pudo cambiar la trayectoria que nos llevaba al abismo.

Los estudios realizados demuestran que las reformas fueron exitosas, crearon y salvaron plazas de trabajo y proporcionaron alivio a cientos de miles de familias. Pese a eso, aún el día de hoy hay voces destempladas que se oponen a la modernización del Código del Trabajo y que buscan derogar la Ley Humanitaria. Esto sucede porque el discurso populista sigue siendo un buen negocio político, aun cuando va en contra de los ciudadanos más débiles.

Necesitamos voces serias que defiendan las reformas que crean bienestar y que se conviertan en un contrapeso para políticos deshumanizados que solo piensan en su interés personal.