Andrés Isch | Clara y Esperanza

¿Realmente les importan los pobres a quienes azuzan la violencia y el enfrentamiento entre hermanos?
Clara es viuda; trabajó de sol a sol para cuidar de sus hijas hasta hace ocho años, cuando perdió su trabajo porque la empresa en la que había hecho carrera no podía sostener el costo de la jubilación patronal. Tiene por delante veinte años productivos, pero las estadísticas nos dicen que no volverá a conseguir un trabajo formal. Subsiste con la pensión que le da el IESS y de desprenderse poco a poco de su escaso patrimonio.
Esperanza nació en Pastaza. Antes de que cumpla seis meses de vida ya sabemos que estará condicionada por los efectos de la desnutrición crónica infantil. Casi con seguridad sufrirá violencia de género, sus ingresos estarán por debajo del salario básico y nunca cobrará una jubilación.
El futuro de Clara y de Esperanza ha estado condicionado desde siempre porque nacieron aquí, en un país abundante que se empeña en ser menesteroso. Aquí, en un país con condiciones únicas para prosperar, que está fracturado por el absurdo. Aquí, en este delirio, donde en pleno 2025 aún se espera generar empleo con normas diseñadas en el siglo XIX, donde el murmullo prefiere vejar el éxito en lugar de emularlo.
En Ecuador, las mentiras siguen tratando de marcar la agenda, impulsadas por traficantes de desdicha que hacen un gran negocio de la miseria. Ni Clara, ni Esperanza, ni la enorme mayoría de mujeres o de pobres o de indígenas o campesinos podrán superar las barreras que el irracional posicionamiento de la clase política ha construido. No determinará su resultado el esfuerzo que pongan sino las limitaciones estructurales que se han impuesto a la generación de riqueza.
Los subsidios nos empobrecen. Las normas arcaicas nos empobrecen. La irresponsabilidad fiscal nos empobrece. La tolerancia a la corrupción nos empobrece. ¿Realmente les importan los pobres a quienes azuzan la violencia y el enfrentamiento entre hermanos, o a los ‘académicos’ que siguen defendiendo ideas socialistas? ¿Y a los tecnócratas de X (Twitter) , que con cursis eufemismos defienden lo anterior, les mueve algo en su corazón más que el acomodarse con un sueldo público?
Los ecuatorianos merecen más, pero para eso se requiere libertad y concretar cambios profundos, sosteniéndolos en el tiempo con firmeza y honestidad.