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Alfonso Albán: El país de las ficciones

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Estamos sumergidos en un país de ficciones. El peligro es acostumbrarse y creer que esas fantasías son normales

¿Vivimos engañados o nos acostumbramos a que nos engañen? Ecuador vive muchas ficciones que ya son parte del paisaje y que nadie hace nada por empujarlas al lado de la realidad. Ahora que el país atraviesa otra ola de violencia y lucha entre el Gobierno y los grupos de delincuencia organizada, es válido plantearse si los centros de rehabilitación social son realmente eso. No nos engañemos, sabemos que no lo son. Ni siquiera son cárceles, porque ahora se fugan con una tremenda facilidad. Son guaridas de los capos de las mafias y centros para perfeccionar la delincuencia. La próxima vez que un político o funcionario público se refiera a estos lugares como “centros de rehabilitación social” estamos en el derecho de llamarlo mentiroso.

Otra ficción de este país de fantasía: los gobiernos autónomos descentralizados. El presupuesto de muchos de los municipios, sobre todo pequeños, aún depende de las mensualidades del Gobierno Nacional para que sus cuentas no lleguen a cifras rojas. ¿Cómo se pueden llamar autónomos, si sus finanzas dependen de un tercero? O se es independiente en su totalidad o no lo es. Otra gran mentira.

La lista es larga, pero vamos a lo realmente duro: Ecuador vive una ficción de democracia. Cuando los partidos, movimientos y líderes políticos, actores protagónicos de los procesos electorales y del quehacer del país no cumplen con su rol dentro de la sociedad, simplemente estamos viviendo una falsa democracia. Cuando el Consejo Nacional Electoral, árbitro de las elecciones, está atado de pies y manos sin poder sancionar a aquellos políticos y partidos que violan la ley electoral en sus narices, estamos viviendo una ficción de democracia.

Estamos sumergidos en un país de ficciones. El peligro es acostumbrarse y creer que esas fantasías son normales. Llevar todas ellas al mundo de una realidad coherente es complicado. Hay que hacerle entender a los ciudadanos que una autonomía sin plena autonomía, no es autonomía; un centro de rehabilitación sin rehabilitación, no es un centro de rehabilitación; una democracia sin actores protagónicos cumpliendo su rol fundamental, no es una verdadera democracia.

No permitamos que nos sigan engañando.