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Alfonso Albán Espín: Gracias, consejeros

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No intento sumar un elemento a la ya larga lista de motivos para eliminar el Consejo, sino dar las gracias

El Consejo de Participación Ciudadana y Control Social tiene dos funciones primarias. La más conocida es la designación de autoridades de control a través de concursos. Y la menos conocida es la lucha contra la corrupción. De estas se desprenden otras como crear veedurías, promover la participación ciudadana y puro bla bla bla impreso en la Constitución y que no sirve para nada. Y no sirve porque los llamados a hacer algo, no lo hacen.

Son ellos, los consejeros de Participación Ciudadana, los que con su inacción permitieron y permiten que una serie de autoridades alarguen sus días de funciones más allá de los plazos legales, porque simplemente no son capaces de hacer su trabajo, porque siguen permitiendo que las manos políticas manoseen las siete sillas que toman decisiones en el pleno. Los capaces de tomar decisiones y responder por ellas con honestidad no ponen como excusa que hace falta un voto de siete para avanzar, cuando pueden resolver con el voto de los seis restantes. No ponen como excusa que un reglamento es el gran escollo de los concursos de renovación de autoridades.

¿Es en serio? ¿El gran problema de la prórroga de los vocales del Consejo Nacional Electoral, del defensor del Pueblo, de la fiscal general y, próximamente, de los omnipotentes jueces del Tribunal Contencioso Electoral, es un pinche reglamento? Qué ineficientes tuvieron que ser los anteriores consejeros para no ver este obstáculo frente a ellos, o qué grandes vendedores de humo con sueldos públicos son los actuales.

No intento sumar un elemento a la ya larga lista de motivos para eliminar el Consejo, sino dar las gracias. A todos los consejeros, actuales y pasados, porque cada uno ha martillado un clavo en el ataúd de ese ente fallido. Agradecerles por demostrarnos que este costosísimo experimento de Montecristi no sirve. Que la participación ciudadana es necesaria, pero de ninguna manera en un club de siete políticos disfrazados de ciudadanos.

Los primeros en promover la eliminación del Consejo deben ser ustedes, señores consejeros, porque conocen las entrañas del monstruo. Puede parecer incoherente, pero es lo más coherente que pueden hacer en este momento.