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Hacer de profeta

Avatar del Abelardo García

El rol de profeta es vital para no llover sobre mojado, para no generar repetidores sino gentes creativas y propositivas.

Desde hace ya muchos años, para ser más precisos desde la última década del pasado siglo XX, venimos insistiendo en aquello de que la educación prepara para la vida; es decir, más que aprender de una ciencia o de trabajar en una disciplina, más que para dar exámenes con buena nota y ser promovido, la educación trabaja en nuestro interior influyéndonos y modelándonos para enfrentar los retos, logros y dificultades que se nos presentarán a lo largo de nuestra existencia.

Durante el lapso de enseñanza y formación, el profesor juega algunos roles según lo demanden las circunstancias, las necesidades y la realidad cierta de cada uno de sus alumnos. A veces, ha de hacer de confesor para escuchar, aconsejar y guardar las vivencias de sus estudiantes; en ocasiones de consejero y guía; casi siempre de líder, que orienta y anima; ha de actuar también como cómico de la leva para alegrar y cambiar una tristeza. A ratos, ha de tomar el rol de detective e investigador y muchas veces de juez, para entregar a cada quien la razón según le corresponda.

Como se ve, los roles del educador son muchos y podríamos seguir enunciando más, pero hay uno, acaso el más importante sobre el cual hablaremos hoy: el profesor tiene que ser profeta.

Si vamos a educar para la vida, para cuando el niño ya no esté con nosotros, para cuando el adolescente haya madurado y para cuando el estudiante sea ya profesional, padre y ciudadano, tenemos que obligarnos a pensar en el futuro que vivirán nuestros alumnos de hoy. Es indispensable un ejercicio de anticipación, de futurología, y por qué no decirlo, de profecía.

Ser profeta resulta imperativo para saber qué aptitudes estimular con más ahínco y tesón, qué actitudes deben ser corregidas y morigeradas para pulir a la persona y, por supuesto, qué áreas de la inteligencia impactar y activar para estimular la criticidad y desarrollar la creatividad que se requerirán para vivir cuando el estudiante de hoy, no nosotros, lo requiera.

El rol de profeta es vital para no llover sobre mojado, para no generar repetidores sino gentes creativas y propositivas.