Premium

Abelardo García: Con los niños, ¡no!

Avatar del Abelardo García

Los educadores tenemos la responsabilidad de trabajar en mente, afectos, cuidados y voluntad de nuestros alumnos

Durante la comparecencia de la Dra. Mónica Palencia -persona de la que tenemos un alto concepto- ante la comisión de la Asamblea se puso cifras a un secreto a voces que corría entre las gentes de educación: “el 16 % de los alumnos han caído en adicción”.

Esos más o menos 600 mil estudiantes, sumados a otros que son distribuidores y captadores, ya constituyen un ejército cautivo y dependiente sin control.

Si además se ha vuelto común propiciar al niño otro tipo de adicciones desde cuando le entregamos un celular para que se distraiga y no moleste; si los niños son buscados como objeto de placer por mentes destruidas; si otros los convierten en objeto de tráfico y criminalidad, cabe preguntarse: ¿ a dónde se fue la conciencia? ¿a dónde los sentimientos nobles y afectos sanos que han de caracterizar al ser humano?.

Es claro que la inimputabilidad del menor los hace presa fácil como agentes del delito y carne de cañón; por ello, ahora que existen propuestas para reformar el COIP convendría que esa inimputabilidad sea revisada, pues no debemos seguir permitiendo que se dañen mentes infantiles que entonces inician un largo proceso de esclavitud.

De igual manera, en esas reformas a realizarse debería sancionarse con severidad al adulto que dañe, violente o ultraje a un niño; acaso en estos casos se podría doblar la pena para esos individuos mayores que se aprovechan de la vulnerabilidad del menor.

Siempre hemos creído que cada quien es libre de hacer de su capa un sayo, como decían los abuelos. Por tanto, el que de adulto decida enrumbar su vida por donde le plazca nos duele, mas está en su derecho, pues existe el libre albedrío; pero nadie merece perdón ni medidas cautelares si ha agredido o violentado a un niño.

Por otro lado, los educadores tenemos la responsabilidad de trabajar en mente, afectos, cuidados y voluntad de nuestros alumnos para prepararlos, para prevenir que sigan siendo mal encaminados y destruidos intelectual y moralmente.

El trabajo no es fácil pero es irrenunciable y digámoslo claro: con los niños, ¡no!