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Abelardo García: Maestro

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El acto de educar es un acto de humanidad, de comprensión, de cercanía, de escucha. De consejo, de ternura y ejemplo

Hoy, 13 de abril, cuando recordamos el Día del Maestro Ecuatoriano y en el entendimiento, tantas veces dicho por nosotros, que esa denominación le corresponde solo a uno, pudiese ser buena ocasión para reflexionar, contrastar, acaso evaluar las características que ha de tener un educador en estos tiempos que vivimos.

Sin duda, las enseñanzas de Jesús como didacta y pedagogo son muchas y por ello abordaremos solo unas cuantas.

Nos enseñó a todos entregándonos lecciones de vida y actitudes, a veces de manera directa, a veces por gestos o acciones contrastantes.

Así, a los padres de familia de hoy manda un mensaje directo al momento de su bautismo, cuando se acerca a Juan y le pide el sacramento. Él, que todo lo puede, aun ante el asombro y los primeros reparos del Bautista, inclina la cabeza y demanda: ¡bautízame! Qué distinta actitud de aquellos que llegan ante profesores o autoridades institucionales proclamando, incluso con altisonancia: “¡no sabe usted quién soy yo!”, “¡no sabe con quién está tratando!”. Qué lejos la altanería de muchos en comparación al modelo de humildad de Cristo.

Para quienes, como sociedad, reclaman caminos de pétalos de rosas para niños y jóvenes, pidiendo no sancionar para el que incumple o desvía los fines de sus acciones, basta recordar al Jesús del templo frente a los mercaderes a los que increpaba fuertemente por irrespetar la solemnidad del sitio, castigándolos y mostrándonos a las siguientes generaciones que en ocasiones debe tenerse firmeza y que hay castigo.

El Maestro que dijo: “dejad que los niños vengan a mí”, que abría para ellos sus brazos con pasión y ternura, a lo mejor hoy sería puesto bajo sospecha y no faltaría el iluso que le señalara por acoso, olvidando que la educación fundamentalmente es un acto de amor. Y lo es, porque es un acto humano, y ojalá que los educadores de estos tiempos, más allá de los imperativos pedagógicos y asistentes tecnológicos, jamás olvidemos que el acto de educar es un acto de humanidad, de comprensión, de cercanía, de escucha. De consejo, de ternura y ejemplo.

¡Gracias Jesús por la enseñanza!”.