Abelardo García Calderón | Paz, esperanza y fe
Los niños, como el mundo, buscan y necesitan paz, ambientes de paz, tiempos de paz
Cuando en nuestra institución, el IPAC, planificábamos el tiempo de Adviento, buscábamos, como cada año, una idea motivadora, un lema, una frase que sintetice las necesidades de los tiempos, de nuestra sociedad, de nuestras familias. Así, nos adentramos en las expectativas, por qué no decirlo, en aquellas carencias que los niños y jóvenes hoy reconocen y reclaman. Y así surgió, casi como revelación, aquello de: Paz, esperanza y fe.
Sin duda, la violencia ha permeado en niños y adolescentes más de lo que los adultos imaginamos. A veces, sin saber expresarlo en una sola palabra, según la edad, nos muestran sus inquietudes y deseos; y es ahí donde la palabra paz surge, se la busca, se la necesita para convivir, para congeniar, para conciliar con el compañero, con el amigo, con el pariente o el vecino. Los niños, como el mundo, buscan y necesitan paz, ambientes de paz, tiempos de paz, y eso deberíamos obligarnos a ofrecerles. Cada escuela, cada plantel debe ser un recinto de paz.
En tiempos de desasosiego, de ansiedades, de realidades difíciles, parecería que la esperanza no reverdece; por tanto, debemos estimularla, construirla, ofrecerla como camino para mejorar como seres humanos, como individuos, como ciudadanos. Por ello, necesitamos hablarles del futuro, del mañana que sí existe y deben protagonizar, de ese tiempo en el que han de brillar y para el que hoy se preparan, venciendo retos y dificultades.
El miedo, la desconfianza, la duda permanente de todos y de todo, esconden y hasta pretenden eclipsar la fe; por eso es válido insistir en que han de buscarla y conquistarla por sobre todas las cosas, para que sean capaces de creer en sí mismos, autovalorándose, reconociéndose como agentes de cambio y realización. Fe en el ser humano y las ideas que se construyen, fe en el Dios creador, que aunque no lo veamos, nos regaló la vida y medirá nuestros talentos.
Paz, esperanza y fe recogen necesidades de hoy, al tiempo que abren las puertas de un mañana por construir.
Que los vientos de la Navidad nos impulsen por esa senda y nos reanimen, inspirados en el pesebre de Belén.