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Abelardo García Calderón | Un giro oportuno, necesario y esperado

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La nueva corriente de psicólogos de nuestro medio habla de la necesidad de formar, de corregir

Como toda ciencia, la psicología se fundamenta en postulados, en hipótesis que, luego de ser corroboradas por la estadística y la universalidad, se convierten en tesis válidas para analizar y con las que trabajar. Como toda ciencia humana, está sujeta a equívocos, a corrientes, a interpretaciones sesgadas e incluso, en algunos casos, a la pretensión de que problemáticas puntuales y personales del profesional y su satisfacción quieran convertirse en leyes para todos.

Así, se han dado épocas en las que se pasó de la rigidez al total consentimiento, al permitirlo todo y al no tener nunca que decir no, y cuyos resultados, lamentablemente, se han visto en el comportamiento de niños y adolescentes: en las aulas, en el hogar y por doquier. Acaso por eso comienza a hablarse ya fuertemente, en el mundo y entre nosotros, de la necesidad de poner límites, formar en valores y principios, y educar dentro de normas de respeto, responsabilidad y cumplimiento adecuado con el otro y el entorno.

Es grato oír a la nueva corriente de psicólogos de nuestro medio hablar de la necesidad de formar, de corregir, de no permitir hacerlo todo. Y esto es bueno, porque nos ayuda a los educadores a obtener una mejor comprensión y aceptación de las familias, así como el reconocimiento de que nuestro papel y rol no es el equivocado, y que no estamos solos.

Basta ver los resultados de adolescentes indecisos, que no saben lo que quieren ante la universidad o la vida. Basta ver esa generación a la que se llamó ‘ninis’, por no estudiar y no trabajar, y no por carecer de inteligencia, sino de voluntad y de las otras capacidades que hacen a la persona humana encontrar su utilidad y trascendencia, para así entender que se estuvo equivocado.

Hace días oí en el programa Sin peros ni rodeos, de radio Centro, a la psicóloga María Gabriela Ottati hablar de los “hijos bonsái”, parábola que retrata exactamente lo que algunos padres hacen con sus hijos: no dejarlos crecer, haciéndoles irresolutos, solucionándoles todos los problemas, disminuyendo, si no anulando, su personalidad.

Padres miren a su alrededor y giren.