Abelardo García Calderón: Nos cubrimos con eufemismos

Con urgencia hay que trabajar en recuperar esa apreciación y dignificar el aprender
Desde hace ya algunos años, nos ha dado a los ecuatorianos -y a lo mejor a algunos más- por hablar maquillando las realidades, como si con eso, al disimularlas, fuesen a lucir mejor. Escondemos con palabras bonitas realidades ciertas, supuestamente por no ofender a unos, por ir a tono con los tiempos o por parecer condescendientes y modernos.
Así las cosas, las que otrora conocíamos como cárceles, se convirtieron en centros de rehabilitación, aunque de esto haya poco y sean los menos los que se rehabilitan.
Las arrugas comenzaron a llamarse líneas de expresión, para no decirnos ‘viejos” a los viejos, como si la edad fuese una ofensa. A nuestros negros, tanto del Chota como de Esmeraldas, les decimos afroecuatorianos. A los niños maleducados, antes que decirles lo que son, se les denomina ‘alteraditos’.
Por si fuera poco, nuestro Ministerio de Educación también ha caído en la trampa. Y si antes disponía suspensión de clases por algo, ahora simplemente manda: educación virtual, teleeducación o a distancia, que para el efecto es inasistencia y no estudio, pues no todos viven la oportunidad de conectarse para aprender.
Ignorando la imposibilidad de conexión de muchos, dejando a un lado la carencia de equipos de otros, parecería que nos cuesta decir que interrumpimos clases para que niños y jóvenes simplemente no concurran a los locales escolares; y curiosamente, en más de una ocasión, también son las familias las que, apelando a distintos motivos, reclaman o exigen a las autoridades educativas la vuelta a la educación virtual.
En efecto, curiosamente, esos padres que saben perfectamente que sus hijos no están en capacidad de conectarse, o no tienen los equipos para hacerlo y tampoco la voluntad de sentarse frente a la pantalla para aprender, son en ocasiones los que más exigen la no presencialidad por cualquier cosa, escondiendo en sus reclamos lo que verdaderamente está en el fondo de todo esto, que es la poca valoración que nuestras gentes, sobre todo en la Costa, otorga a la educación.
Con urgencia hay que trabajar en recuperar esa apreciación y dignificar el aprender.