Ser Bachiller

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Si ya es malo que se asigne la universidad a la que se debe ir, resulta peor que ese Estado ubique al estudiante en una de las cinco carreras que se le pide mencionar como opciones tentativas.

En su afán de controlarlo todo y dirigir la vida ciudadana de acuerdo al criterio central, el gobierno anterior creó la prueba Ser Bachiller con dos finalidades: reemplazar el examen de grado (primer error) y, entregar la nota del ingreso a los estudios superiores a la universidad (segundo error). Y así, pese a diferentes críticas y pedidos, la prueba sigue vigente.

Son los colegios de acuerdo a su currículo y modelo los que deberían dar la nota de graduación, y son las facultades universitarias según su especialidad, las que deben generar y tomar los exámenes de ingreso de acuerdo a sus perfiles de entrada y salida.

La prueba puede mantenerse para trabajar con cifras, investigar, analizar y evaluar los resultados anuales para producir modificaciones o cambios programáticos que mejoren las condiciones académicas del bachiller ecuatoriano.

Hemos escuchado a candidatos a la presidencia de la República ofrecer la eliminación de la prueba, pero ojalá que el Ministerio de Educación, asumiendo la decisión política que le corresponde y trabajando en concordancia con el Ineval, deje solucionada esta problemática.

Es importante ganar tiempo y trabajar cambiando aquellas cosas que no funcionaron bien o simplemente fueron problemas que perjudicaron más que ayudaron a los estudiantes en esa transición del colegio a la universidad.

La prueba Ser Bachiller como fue concebida poco o nada ha aportado y más bien ha causado complicaciones, decepciones y desalientos que en ocasiones supusieron el prescindir de una aspiración y el deterioro y abandono de una vocación.

Es tiempo de pensar en el alumno, en el estudiante que enfrenta el reto de aprender para proyectarse como ser humano en la vida, por ello, no es justo que el Estado trate de dirigirlo todo, incluso la carrera universitaria que según el puntaje alcanzado se pueda seguir. Si ya es malo que se asigne la universidad a la que se debe ir, resulta peor que ese Estado ubique al estudiante en una de las cinco carreras que se le pide mencionar como opciones tentativas.