La trampa del desarme

Esto le permitió identificar a los dueños de armas y confiscarlas todas, desarmando efectivamente a sus opositores y pavimentando el camino al genocidio judío

El 8 de enero de 1959 Fidel Castro arremetió contra los miembros del Directorio Revolucionario que habían tomado posesión de 500 fusiles, 5 ametralladoras y 80.000 tiros de la base militar de San Antonio. Dijo: “Yo les voy a hacer una pregunta: ¿armas para qué?, ¿para luchar contra quién?, ¿contra el Gobierno Revolucionario, que tiene el apoyo de todo el pueblo?”. Y los guerrilleros del Directorio, del Segundo Frente y otros independientes cayeron en la trampa y se desarmaron. En su recurrido papel de víctima, este fue uno de los primeros espectáculos de Castro en su larga y sanguinaria dictadura. El 8 de noviembre de 1960, en un discurso en el acto clausura de Cinco Congresos Obreros Extraordinarios, en La Habana, el tirano dijo todo lo contrario. Una vez nosotros hicimos esta pregunta: “¿Armas para qué?” Y hoy nosotros hacemos esta afirmación: armas para combatir a los mercenarios; armas para destruir a los que osen pisar el suelo de la patria en plan de conquistadores o de invasores”. Algo similar pero mucho más grotesco tuvo lugar en la Alemania de Hitler. Desde el mismo momento en que se hizo con el poder impuso estrictos requisitos al registro de armas. Esto le permitió identificar a los dueños de armas y confiscarlas todas, desarmando efectivamente a sus opositores y pavimentando el camino al genocidio judío.

Alfredo Cepero