Respuesta al artículo “Ruidoso fracaso de un modelo”

Se promovió la cultura y los espacios de áreas verdes. El orgullo volvió a la ciudad y a sus ciudadanos.

En la edición de diario Expreso del día 30 de abril, aparece un artículo del señor Roberto Aguilar, titulado “Ruidoso fracaso de un modelo”, en el que, a fin de hacer una crítica al modelo de gestión de la Municipalidad de Guayaquil iniciado por mi padre en el año 1992, dice que le resulta difícil entender qué clase de “razonamiento retorcido” ha llevado a aceptar a los ecuatorianos que el modelo de Guayaquil es exitoso. 

Pues bien, le voy a explicar: En 1992, la ciudad de Guayaquil era una ciudad abandonada, ahogada en basura, sin servicios básicos y con un presupuesto en el que la inversión en obras era del 10 %, mientras que la burocracia se consumía el 90. Es decir que la distribución de los ingresos de la ciudad era inequitativo, se lo repartían pipones. 

Desde 1992 hasta la presente, todo cambió. Se impuso, para empezar, una transformación ética y moral como sustento del sistema municipal de contratación de obras públicas. Se terminó el “piponazgo” y se revirtió la distribución de los ingresos municipales, el 85 % del presupuesto se destinó y se destina a servicios y obras para los ciudadanos y apenas el 15 para la burocracia. 

La ciudad se modernizó, el agua potable y alcantarillado se extendieron por toda la ciudad, que no deja de crecer porque recibimos a compatriotas de todas las regiones del país.

La basura dejó de estar en medio de las calles y las aceras porque la recolección se privatizó. Se construyó un complejo moderno como el de las Iguanas, que reemplazó al inmundo e insalubre botadero municipal. 

Se promovió la cultura y los espacios de áreas verdes. El orgullo volvió a la ciudad y a sus ciudadanos. Ser guayaquileño volvía a ser motivo de orgullo. Por eso y mucho más, desde 1992 los ciudadanos han elegido a candidatos que han seguido el modelo de gestión municipal con más del 60 % de los votos. 

El reconocimiento del modelo exitoso lo hacen los ciudadanos. Ellos son los que valoran una gestión y es lo que, finalmente, cuenta para la historia. 

Si al señor Aguilar la restauración ética y moral de la gestión municipal de Guayaquil, la distribución de los ingresos de manera equitativa y justa, la amplísima cobertura de servicios básicos, el orgullo de los guayaquileños y el sentimiento expresado en las urnas a favor del modelo, le parecen razonamientos retorcidos, debo concluir que lo retorcido está en él.

Liliana Febres-Cordero