El peligro no conoce género

En la casa se forma y en la escuela se educa, dice un refrán con mucha razón. Cerca de mi domicilio hay un parque en la calle peatonal, el cual se limpia en la mañana y por la noche se cierra con candado. Pero en las noches unos niños del sector, sin supervisión de adulto, ingresan subiendo la reja, la cual no es muy alta. Salen en sus paseos nocturnos con un perro siberiano macho, de contextura gruesa, sin correa, argumentando su actuar que la mascota les pertenece. El padre alega que sus hijos son hombres y no tienen por qué tener miedo. En la cuadra viven familias que poseen mascotas y ese accionar puede generar peleas caninas o ataques canino-felino. El problema no es que lo niños jueguen en el parque sino que al ingresar de manera irregular pueden lesionarse al subir o bajar la reja y sobre todo van enraizando el concepto de: hago lo que quiera, donde sea y no importa si está cerrado. Aún estos niños no se han encontrado con los hacheritos que pululan en la noche, pero la suerte es traicionera y no ve género, y el trauma de la desgracia no se quita fácilmente. El Municipio de Guayaquil no puede asignar un guardia nocturno en cada parque, pero pudiera hacer campañas de concientización a respetar los espacios de distracción cuando estén cerrados y el manejo responsable de mascotas, para formar ciudadanos responsables.

Ec. Mayrsol del Castillo