Pandemia, intervencionismo y manejo de crisis

El ridículo método que ha encontrado la Corporación para la Seguridad Ciudadana de Guayaquil como medio para supuestamente controlar a los habitantes parece sacado de una mala copia de una novela de Orwell. El hecho de que por medio de un altoparlante algún funcionario de tercera clase con aire de “Gran Hermano” termine inmiscuyéndose en los asuntos de los ciudadanos de a pie provoca náuseas. Pero más allá de eso, hay que empezar a pensar en las implicaciones que podrían llegar a aparecer si es que este tipo de métodos intervencionistas se siguen dando sin que nadie levante la voz. Primero a modo de broma repelan a una pareja para que se ponga la mascarilla; luego, amparándose en la bandera de la seguridad ciudadana, las autoridades transitorias podrían creer que tienen permiso de realizar cualquier cosa que les dé la gana; eso ya pasará a de lo gracioso a lo peligroso. Esta pandemia nunca se pudo controlar y visibilizó las grandes deficiencias del sistema de salud, amén de la corrupción rampante en prácticamente todas las instituciones públicas. El 12 de septiembre que termine el estado de excepción, habremos terminado con más de 100,000 casos reportados, sabiendo que las cifras mostradas por los órganos competentes nunca se acercaron siquiera un poco a la realidad. El sistema de educación también mostró sus graves falencias, con proyectos de teleeducación que, si se realiza un análisis con metodología objetiva se demostrará que poco o nada cumplieron con las expectativas que tenían los ciudadanos para que sus hijos puedan acceder al derecho constitucional a una educación de calidad. La agricultura, que demostró su gran importancia para la subsistencia del país, ahora se encuentra nuevamente acechada por los problemas de los que siempre ha sufrido, entre ellos la sobreproducción de ciertos productos por una nula planificación por parte de los organismos llamados a esa tarea, con la desastrosa consecuencia de que los precios a los que se venden los productos no puedan ni cubrir los elevados costos de producción. Y a puertas de un nuevo proceso eleccionario, se da la penosa situación de que terminan siendo los mismos de siempre los que quieren seguirse acurrucando en el poder. En lugar de buscar resolver los graves problemas que nos asfixian, buscan una alternativa para tener inmunidad en sus juicios por corrupción.

Francisco Ramírez Parrales