¡Ahora... hablemos del amor!

Hay amores que matan, amores cansinos que laceran el alma. Que asoman de repente como nubes cambiantes y se ausentan de pronto, amores caminantes. Amores que luchan por estar a tu lado, pero a veces aburren por amar demasiado. Otros no te divisan, no te miran ni al paso, por estar disfrutando de su vida en ocaso. Pero el amor que aparece como ave en picada es el que se refleja solo en una mirada. Los ojos hablan sin mediar palabras, su lenguaje es el alma que se asoma encantada y te conmueve de pronto; le dicen amor tonto. El que recrea lo que la palabra calla y lacera el alma porque la vida falla. A veces son prohibidos, otras son breves. Hay amores divinos, que elevan el alma; el cielo es su destino, pero a veces flaquean y equivocan camino. El amor verdadero es el que está contigo aunque tu estés ausente. Que te da la esperanza y que nunca te deja, que te sonríe siempre, aunque seas mar de quejas. Amor comprometido, el que se da a la patria, a la tierra que nutre y a la naturaleza toda. Hay amores que matan en forma desmedida. El amor al dinero, la plata mal habida, la corrupción reinante, la ignorancia enlucida. Camino tortuoso que causa mil heridas, como bala perdida. Pero el amor más excelso, porque de Dios vino, es la vida del niño en el vientre femenino. Hoy la quieren silenciar, leyes absurdas, pecadoras, y arrancarla del nido, con saña devastadora. Pretenden acallar su voz, sus abrazos, su cariño; la ternura, su sonrisa, sus pasos y desatinos. Angelitos inocentes, el centro de la familia, que nos inundan el alma. ¡Son la alegría del hogar y el futuro de la vida!