Se escapa la alegría

Los enfrentamientos entre PPL llenan de pavor y tristeza. Mantener la alegría es una propuesta difícil de cumplir para una sociedad en la que muchos de sus integrantes parecen hacer lo posible, desde varios ámbitos, por amargar la vida ajena. 

En psicología se observa la alegría como un estado de excitación interior, un placer que produce felicidad y expande lo positivo que guardamos, hacia fuera. Sin embargo, las personas que están pendientes de transmitir ese sentimiento son pocas, mientras los que procuran la satisfacción de su egoísmo personal van conformando mayoría. 

Se presume que un sentimiento impulsa a pensar y actuar con movimientos rápidos, seguros y animados; es una manera de dar protagonismo a esa idea de transformación de un ser hacia la búsqueda de la felicidad. Penosamente la desidia y el retardo caracterizan las decisiones en múltiples ámbitos. La alegría se relaciona con el bienestar y forma parte de los sentimientos positivos. Las actitudes y palabras indican determinados estados, los gestos son destacables y la energía se modifica. 

En la tristeza todo ello se reduce. Bastante se ha investigado sobre la alegría como expresión del ser humano y su mayor exponente, la sonrisa; se concluye que quienes ríen tienen una esperanza de vida mayor, promedio de 72 a 80 años. Merece la pena preguntar si los directivos desde los más altos niveles hasta el humilde ciudadano estarán conscientes del contagio de la alegría y sus efectos, sobre todo de la paz mental que ofrece. Parece que la respuesta es no: la tristeza y el enojo están encarnando en nuestros pensamientos.

Ricardo López González