Si la educación fuera buena

Si la educación fuera buena no presenciaríamos los espectáculos degradantes de quienes resaltan virtudes que no tienen. No soportaríamos explosiones de mediocridad disfrazadas de agudeza de los políticos actuales, como repetir consignas aprendidas de memoria, que son incapaces de analizar; ideas de comienzos del siglo pasado adoptadas por falta de razonamiento. Tampoco los asambleístas se arrinconaran a sí mismos tras parapetos ideológicos obstaculizando el camino al desarrollo. Estaríamos libres del espectáculo de mediocres que hoy se oponen a una ley argumentando que “trata de varios temas”, cuando ayer daban paso a otra en que los varios temas tenían un “hilo conductor”. Y no estaríamos sometidos al denigrante accionar de un sistema judicial que utiliza argucias indecentes para retardar dictámenes, ni a indignidad de jueces que aceptan trámites judiciales de juicio político bajo el disfraz de trámite de la niñez y la familia. Ni los asambleístas forzaran leyes y regulaciones que enmarcan el accionar de esa institución para torcer procedimientos normales y “encargar” a una comisión un trámite que corresponde a otra. No calificarían como candidatos a asambleístas solo por ser ecuatorianos y mayores de edad. Y no habríamos visto a un organismo del Estado, conformado por mediocres, nombrar contralores con 100/100 que luego huyeron con acusaciones de recibir sobornos. Ni se apresurarían a hacer proyectos sin los conocimientos necesarios. No tendríamos un índice tan alto de desnutrición crónica infantil, ni exvicepresidentes o ministros en la cárcel.