Diálogos sin acuerdos que beneficien realmente al país

El diálogo impulsado por el gobierno está llegando a su fin con la sensación de que las acciones acordadas eran predecibles. No hubo propuestas que trajeran cambios sensibles o que tuvieran impacto extraordinario en las finanzas públicas o en la crisis social. El Ejecutivo fracasó en trasmitir la premisa básica de que en esta difícil coyuntura todos tenemos algo que aportar y que sacrificar para evitar mayores sufrimientos a generaciones futuras. Fundamentalmente falló en atender y consensuar soluciones a la crisis económica y social, con base en propuestas oportunas. Este sentido de oportunidad, ahora desperdiciado, se entiende como la capacidad para tomar decisiones a tiempo. El país sigue esperando que el gobierno tome decisiones que impliquen transformaciones estructurales y ataquen de raíz los graves problemas: la lacerante corrupción pública-privada, el enorme tamaño del aparato estatal, el sostenimiento de los gastos del gobierno, lo cual repercute en el alarmante aumento de la deuda pública y déficit fiscal. Es indispensable que el Gobierno se concentre en lograr tasas satisfactorias de crecimiento de la producción, garantizar el incremento de empleos dignos que ayuden a combatir la informalidad y desigualdad. El diálogo de tímidos alcances deja un sinsabor nacional: se trató de disfrazar la falta de voluntad y madurez política con un diálogo complaciente y poco valiente. Irremediablemente habrá que tomar decisiones desesperadas, con escaso margen de maniobra.