Debemos entender que el privilegio de conducir es una gran responsabilidad

¡Debemos entender que el privilegio de conducir un vehículo es un honor generado con sacrificio y forjado en la responsabilidad!

El análisis sobre la movilidad en Guayaquil deja siempre un preocupante registro con relación a los accidentes de tránsito y a las consecuencias que estos tienen en la pérdida de vidas, en las lesiones causadas, en las congestiones vehiculares y en el desorden en general. Esta situación debe ser evaluada con responsabilidad y detenimiento, pues ese caos no es más que el producto de la incompetencia de nuestra urbe para lograr un orden que permita el funcionamiento armónico de las cosas. Sabemos que se requiere mejorar las vías, que los sistemas de semaforización deben ser modernizados, y que la ciudadanía requiere capacitación para que se le pueda exigir un comportamiento lógico y consecuente con cada uno de los actos que realiza. Pero no podemos perder de vista que el ejercicio de conducir debe ser un arte, aprendido rigurosamente, para que se entienda el verdadero sentido de las señales de tránsito, el uso lógico de las vías y se asimilen los derechos de los peatones. El espectáculo que dan nuestras calles da pena, en especial en estas fechas, y en nada corresponde al orden que se observa en otros países, donde caminar por las calles es un verdadero deleite que envuelve toda clase de emociones positivas, donde el orden y el respeto son los que reinan en todo el ambiente citadino. El caos de la movilidad lo ocasiona, además de la falta de civismo, la actitud de autoridad, da la seguridad al ciudadano de que puede violar las normas sin ser castigado. Lo ocasiona la indolencia y la permisividad tácita de las autoridades de tránsito ante algunos infractores que, por su carácter de conductores públicos, se arrogan la potestad de violar las normas ante los ojos de las propias autoridades. Esta es la mayor desmotivación que sufre el ciudadano, que se ve impotente ante el dominio de un sector transportador que no parece tener límites, originando el caos vehicular que afecta a toda nuestra insegura y maltratada ciudad, en muchos aspectos. ¡Debemos entender que el privilegio de conducir un vehículo es un honor generado con sacrificio y forjado en la responsabilidad!

Mario Vargas Ochoa