Cartas de lectores | ¿A quién realmente le importa el destino de Guayaquil?

¿O será que a un suizo le importe el destino Guayaquil?

Detrás de los diferentes rostros que han logrado ocupar el sillón de Olmedo se han ocultado motivaciones diversas y complejas. Algunos han sido devorados por la sed insaciable del poder, mientras otros han buscado en la política una plataforma para sus ambiciones personales. Para muchos el servicio público es simplemente un medio para enriquecerse a costa del sufrimiento de los ciudadanos, mientras que unos pocos siempre conservaron la esperanza de hacer una diferencia genuina en la vida de quienes habitan esta ciudad laberíntica, marcada por la desigualdad y la exclusión. Es urgente encontrar soluciones tangibles a los desafíos que enfrentamos a diario. La gestión urbana demanda mucho más que discursos grandilocuentes y promesas vacías; en la actualidad se requiere un compromiso real con la transformación de la realidad urbana y la mejora de la calidad de vida de todos sus habitantes.

Administrar Guayaquil es una tarea titánica que exige visión, valentía y un profundo conocimiento de los problemas que la aquejan. Además de promover la inclusión social y la diversidad cultural, construyendo una ciudad donde cada persona se sienta parte de una comunidad vibrante y diversa.

Al repasar los rasgos más evidentes de las personas que han administrado hasta ahora la ciudad y sus corregimientos, vemos que varios, además de mediocres, se han caracterizado por su autoritarismo e incapacidad para comprender y satisfacer las demandas ciudadanas. No han contribuido a que en Guayaquil se garantice el acceso a los servicios básicos, ni a aumentar la seguridad ciudadana, o a que se ofrezca vivienda asequible de calidad en condiciones de habitabilidad adecuadas, de accesibilidad y movilidad. Tampoco a que sea una ciudad donde se diversifiquen las oportunidades laborales, y se construyan y mejoren espacios públicos con actividades culturales y recreativas para niños y jóvenes. Pareciera lejana la posibilidad de cambiar esta realidad a menos que exijamos a través de la transparencia y rendición de cuentas, poder construir una ciudad más justa, inclusiva y sostenible para todos sus habitantes. Es hora de despertar del letargo político y exigir a nuestras autoridades locales que estén a la altura de los desafíos que enfrentamos como sociedad. Solo así podremos transformar la realidad urbana y construir un mañana más prometedor para todos los ciudadanos que habitamos Guayaquil. ¿O será que a un suizo le importe el destino Guayaquil?

Mario Vargas Ochoa