Cartas de lectores: Uno de los males

Se sienten humillados si tienen que correr del trabajo al estudio y pocas horas de sueño

Ecuador está sometido a varios males, terribles y endémicos males: uno, la arraigada avaricia, codicia, de su población, que cuando alguno llega al poder se dedica a enriquecerse; dos, la penosa y lacerante mentalidad con que nos han educado. Sobre esta segunda podemos decir que no nos educan para ser emprendedores, empresarios, generadores de riqueza por el trabajo, sino para ser empleados y por ende reclamar ‘solidaridad, igualdad, distribución de riqueza, iguales oportunidades’, etc. 

Nos hacen creer y nos convencen de que ‘las empresas públicas son del pueblo’. ¡Patrañas!, las empresas públicas son esquilmadas por los gerentes o directores de turno en beneficio personal o del partido político. Nos han hecho creer y nos convencen de que los enemigos son los empresarios, los triunfadores emprendedores, y no los ricos y millonarios servidores públicos o políticos. 

Nos han hecho creer y nos convencen de que es malo ser empresario rico, en vez de tratar de serlo también. Nos han hecho creer y nos convencen de que todos somos iguales, ¡mentira! (somos semejantes, que es muy diferente), y con ese concepto ya no se premia la excelencia, el mérito, la valía, haciéndonos mediocres. 

Nos han hecho creer y nos convencen de que no se sufre para crecer, desarrollarse y ser mejor cada día, que basta con tener ‘iguales oportunidades’ para alcanzar un objetivo; por eso ya nadie pierde el año, ni pone mayor esfuerzo. Se sienten humillados si tienen que correr del trabajo al estudio y pocas horas de sueño; “no tenemos las mismas oportunidades...”, bramamos. Y no nos enseñan que uno de los más grandes presidentes americanos fue un leñador, y otro un sastre. 

Nos han hecho creer y nos convencen de que para triunfar basta con un masterado, un PhD, ¡y seremos mejores!, y no estamos dispuestos a largas horas de dedicación, trabajo, esfuerzo mental... “La familia es primero...”, entonces no te quejes.... Nos han hecho creer y nos han convencido de que la aptitud es lo que se requiere para desarrollar el país, dejando de lado lo más importante para lograrlo: la actitud.

David Ernesto Ricaurte Vélez