Cartas de lectores | ¿Es mala la política?
La verdadera política no debe responder al interés personal o a obtener poder por poder
La falta de credibilidad de los partidos políticos es una de las razones por las que los ciudadanos se alejan del interés político. No se trata de corregir, sino de puntualizar: lo ideal sería señalar con claridad qué clase de política es perjudicial, en qué consisten sus acciones negativas y a qué intereses sirven sus actuaciones públicas. Generalizar sin nombrar responsables termina culpando a la política en sí, lo que no es justo ni útil.
Sería mejor señalar que muchas veces quedan impunes las traiciones al electorado, como el cambio de partido (camiseta) en momentos clave. Lo ético sería renunciar a tiempo, cuando se pierde la fe ideológica, y no quedarse esperando el momento para cambiar por conveniencia. Quienes actúan así siguen adelante sin que les preocupe su prestigio. Este desprestigio lo aprovechan fuerzas retardatarias para atacar a la política, una ciencia dedicada a la organización del poder en la sociedad.
La verdadera política no debe responder al interés personal o a obtener poder por poder. No es la política la que es mala, sino los malos ciudadanos que hacen de ella su modo de vida, dañando así la democracia, que se basa en la soberanía del pueblo, ejercida directamente o por medio de sus representantes. Frases como ‘en política se pacta hasta con el diablo’ desfiguran los valores democráticos, y terminan haciendo de la palabra ‘política’ algo negativo.
El pueblo, confundido y desanimado, pierde de vista que existe la buena política, buenos partidos y buenos políticos, que pueden ser claves para el progreso. Todo acto humano tiene una dimensión política: lo económico, lo social, la participación ciudadana, nada está fuera del marco político. Nada se da por sí solo; todo se crea y se dirige hacia un fin. Si los poderes económicos controlan el poder político es lógico que actúen en función de sus intereses.
La ‘lucha de clases’, mal entendida, asusta al pueblo llano. Fuerzas antidemocráticas, antidesarrollo que tienen como su ‘lucha social’ leyes convenientes para perpetuar sus privilegios la han distorsionado. Pero en realidad es una estrategia que beneficia a los pobres, los desempleados, los sin educación o salud. El problema es que tenemos un pueblo desorganizado, sin estructuras ni ideología clara, que se mueve al borde de su desgracia, convertido en masa amorfa, vulnerable a la manipulación y al empobrecimiento.
César Antonio Jijón Sánchez