Cartas de lectores: La estrategia de Trump

Más le conviene a Trump inspirarse en Reagan que en el zarismo que encarna Putin

Los políticos con exceso de energía tienden a hacer o deshacer las cosas según sus deseos, a veces bajo la forma de exabruptos y otras calculadas para obtener resultados inmediatos. Roosevelt exclamaba sus intenciones en forma de frases cortas coloquiales. Kennedy con palabras sentenciosas. Bush respetuosamente. 

Y Reagan, el mejor, con desafíos imposibles de ser refutados. Ahora tenemos a Trump, en su era, con una estrategia que los conocedores llaman teoría del loco, que consiste en anunciar públicamente deseos en forma desordenada, absurdos la mayoría de las veces y provocativos. Este es el ánimo del furor ‘teutonicus’ de Trump, en el que sus precedentes están en el peor, que fue Hitler, y el mejor, Bismarck.

 Trump McLean es conservador hasta el delirio, políticamente incorrecto con Rusia, pasivamente acertado con China y engañosamente coqueteador con dictaduras del mundo que están bajo la influencia rusa. Hay dos fines inmediatos en Trump. Uno persigue beneficios económicos concretos y el otro es compartir el poder con los gobernantes menos deseables. Esté o no preparado, se guía por una conducta duplicada en la moral. A veces es en el principio y otras en el pragma. La mayor parte por lo que está hecho, no por lo que debería ser, que es lo más apropiado. En este sentido, Carter iba por el principio y Reagan por el principio del furor britano, que le dio excelentes resultados al recibir el apoyo total de Thatcher y el papa Juan Pablo

El mundo observa con aprensión cómo Trump se alinea con las autocracias cuando su poder proviene de la democracia. Lo acusan de formar una oligarquía; los expertos en afirmarlo no se han dado cuenta de que en todo poder hay una minoría que dirige. Siempre ha sido, es y seguirá siendo. La respuesta que debe calificarse es distinta: si es con el principio será una minoría creadora; o si no será dominante, si es solo por el pragma. 

Es cuestión de tiempo. En algún momento Trump debe decidir abandonar la teoría del loco y tomar partido por el principio o el pragma. Si es lo primero formará liderazgo con el Occidente puro, si es lo contrario seguiría recorriendo el sendero en paralelo con los autócratas. Por ejemplo, la persecución del terrorismo y el apoyo a Israel se inclinan por el principio; las reuniones cáusticas con Putin se van al pragma, dándole a Rusia una importancia que no merece. Más le conviene a Trump inspirarse en Reagan que en el zarismo que encarna Putin.

Francisco Bayancela González