Cartas de lectores: La cuestión del silencio
El silencio como verdad esencial: un refugio a las 5 a.m. donde las palabras fluyen y revelan quiénes somos
Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar armas contra un mar de adversidades
y haciéndoles frente, acabar con ellas?”, William Shakespeare, Hamlet.
Hace poco, en una entrevista, conté que me despierto todos los días a las cinco de la mañana a escribir. Es lo primero que hago al abrir los ojos.
Las entrevistadoras me miraron con asombro, como si esa hora perteneciera a otra especie de seres humanos.
Y quizás sí. Quizás a las 5 a.m. habitan otras versiones de nosotros: más puras, más esenciales. Hay algo sagrado en ese instante. El silencio me envuelve como una madre que acurruca a su hijo en la madrugada. La capa de ozono parece respirar libertad. Los primeros trinos no son aún canción, sino susurros. Y en esa quietud, las palabras se ordenan sin esfuerzo, como si supieran a dónde ir.
Y entonces me pregunto, como Hamlet: ¿ser o no ser? Aunque, más que una pregunta sobre la vida o la muerte, yo la escucho como una pregunta sobre el silencio. Ese silencio que Hamlet fue encontrando hasta hacerlo suyo. El que revela lo que somos en la soledad auténtica.
Porque el silencio no es ausencia de ruido, sino presencia de verdad. Es un espejo sin distorsión. Y lo que muestra no siempre gusta, pero incluso cuando duele, revela.
En cambio, al salir al mundo, las voces ajenas invaden. Cada una hace eco en la cueva de nuestro subconsciente con su propio volumen. Y me pregunto: en medio de tanto ruido, ¿quién se atreve a escucharse?
Hoy más que nunca, el silencio es un alimento primario. Y sin embargo, lo tememos, lo cubrimos, lo silenciamos con distracciones.
Pero, ¿y si el silencio fuera un regalo divino? ¿Y si en vez de huirle, lo honráramos? Quizás entonces podríamos ser, sin tanto ruido.
Frances Swett