Cartas de lectores | Crónicas de Quito y alrededores

Es un municipio ajeno y distante; solo se ve improvisación, abuso y la fuerza de los hechos

¿Han ido los quiteños a la muy cercana parroquia de Nono? Se toma la calle Machala, más allá de la ciudadela Quito Norte. Irán por un camino asfaltado en regular estado, con baches; luego cruzan el puente de la Av. Mariscal Sucre y empieza el surrealismo: una avenida llena de basura, un parterre descuidado, con libadores de lado y lado. Se sigue avanzando y sorprende el surgimiento de varios barrios, sobre la cota de los tres mil metros, resultado de invasiones ante el visto bueno y contubernio de la autoridad; barrios que tienen varios años asentados. Más adelante el bus urbano que baja despavorido por un par de pasajeros, sin respeto a nada ni nadie; no se ve uno solo agente. Es una vía en doble sentido con cunetas tomadas por la maleza, sin buena señalética, y un montón de perros abandonados. Tras una media hora se llega Nono, bonito, con buen clima, uno que otro servicio de comida, pero sin promoción turística que lo eleve a una alternativa para los citadinos por la indiferencia de la autoridad. ¿Cómo quieren que el turismo local acuda, si no cuentan ni con una vía decente? En el barrio Mariscal Sucre, cada gallo lleva el maíz a su gallinero. En las calles Wilson y Plaza se derroca una casa grande, a mi criterio patrimonial, y la explicación municipal es que el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural no había actualizado la ficha, hoy es un futuro parqueadero. Frente a este, un predio vacío que se llevó una hermosa casa, y eso que al frente ya existe otro inmueble vacío. ¿Quién controla?, nadie, aunque a dos cuadras está la Administración Municipal. Más allá la Dirección de Parques y Jardines acude a un edificio que tiene un cerco de árboles con más de 50 años, en las calles Foch y Tamayo; prenden sus motosierras y talan medio árbol. Acude a los pocos días la Empresa Eléctrica Quito y con hachas y saña tala una palmera y una acacia, sin ningún criterio técnico; como consuelo manifiesta el supervisor que la próxima vez serán más estéticos. Cientos de aves buscan sus nidos, que ya no existen. Ni siquiera se molestan en conocer y valorar la opinión de los ciudadanos. Es un municipio ajeno y distante; solo se ve improvisación, abuso y la fuerza de los hechos. Una institucionalidad anacrónica donde el sentido común no existe. Solo interés por agradar a sus hinchas, y acólitos: miles de dólares pagaron para traer una banda de corridos de un país amigo; pero en aspectos que se siente olvido e ignominia no tenemos explicación alguna.

Wagner Mantilla Cortés