Cartas de lectores | Los puntos sobre las íes

Hoy más que nunca, toca expresar con la frente en alto, alzando nuestra voz y sin que tiemble nuestro pulso

A veces, en la política nacional, hay que hacer lo que tanto se evita: poner los puntos sobre las íes, no para simplemente señalar culpables, sino para recordar que la memoria colectiva de un pueblo no puede ser tan corta como el discurso de ciertos personajes que hoy pretenden dictar cátedra de ética, moral y más aún de país.

Hablan de soberanía, pero fueron quienes, con bandera de integración, abrieron de par en par las puertas de nuestra frontera al mundo, bajo el disfraz de una “ciudadanía universal” que terminó convirtiendo al país en terreno fértil para todo tipo de ingreso irregular y el precio de esa conveniencia, mal llamada “ingenuidad política”, la seguimos pagando con sangre y miedo todos los ecuatorianos.

Dicen defender los derechos humanos, pero redactaron una Constitución que, entre sus bondades y adornos retóricos, dejó huecos legales tan amplios que hoy sirven de guarida a la delincuencia. Mientras tanto, los mismos que levantaban el puño contra el “imperialismo yanqui” fueron los que cerraron la Base de Manta, un punto estratégico que ayudaba a controlar el narcotráfico en toda la región.

Pero, años después, los resultados están a la vista: rutas libres, puertos tomados, y un país convertido en escala del tráfico global de drogas. No se necesita ser experto en geopolítica para entender que, cuando se desarma un sistema de control sin un plan alterno, se deja la puerta abierta a quienes viven del caos.

En ese vacío de seguridad, ese silencio cómplice, coincidió curiosamente con los años en que los grupos armados del otro lado de la frontera encontraban en el Ecuador un socio complaciente y un discurso amable que les permeó y apoyo su ingreso al país. Nadie obviamente afirmará que hubo tal pacto, como es lógico, pero la realidad habla sola: mientras en Colombia se combatía a las FARC, en el Ecuador se las invitaba a los foros.

Hoy, cuando el país intenta levantarse de su propio derrumbe moral y económico, los mismos que escribieron esos capítulos regresan con la pluma en alto, queriendo convencernos de que el desastre lo causaron otros, que la inseguridad, el narcotráfico y la corrupción son males recientes, como si no tuvieran raíces en la permisividad institucional que ellos sembraron.

No se trata de venganza política ni de odios ideológicos, se trata de asumir responsabilidades históricas, porque si no reconocemos de dónde vino el deterioro, jamás podremos construir un futuro distinto, el Ecuador necesita toda verdad, no discursillos rimbombantes y afrentosos, lo que necesita es justicia, no retórica barata.

Hoy más que nunca, toca expresar con la frente en alto, alzando nuestra voz y sin que tiemble nuestro pulso, los puntos sobre las íes.

Francesco Aycart C.