Cartas de lectores | Equilibrio

Para que todos participemos del convite de la vida con empatía, alegría y amor

¿Es el equilibrio algo esencial para todos los procedimientos de la vida? En contraposición surgen los excesos y, para calmar en algo las exigencias extremas, aparece el término medio. ¿Cuál de los tres es mejor o más adecuado? ¿Será de acuerdo con las circunstancias del caso? Estas interrogantes se contrarrestan con la aplicación de una buena conducta de vida.

¿Para qué vamos a buscar problemas, a no ser que lleguemos a lo que promocionan los amantes del peligro: “me gusta la adrenalina”? Existe una palabra mágica: el amor. Amaos los unos a los otros. Nos resulta difícil unificar criterios, opiniones y acciones, y luego de esto unificar resultados, que son la suma o compendio de ideas que convergen hacia un mismo fin.

Tratando de esclarecer conceptos, pongamos como ejemplo a los llamados comerciantes informales. Algunos ciudadanos presentan quejas sobre sus actividades, alegando que se adueñan de aceras, calles y portales para vender sus productos, y efectivamente es así. Sin embargo, esta incomodidad no debería ser motivo de agravio ni censura, comprendiendo que estas personas realizan dicha actividad porque necesitan mantener a sus familias con el fruto de su trabajo. Quienes se oponen a esta forma de comercio no muestran humildad ni empatía hacia sus congéneres, a quienes consideran poca cosa.

Como lección de vida, me permito transcribir un hecho que marcó mi manera de entender el equilibrio y la buena conducta de vivir y dejar vivir. Mi padre tenía una casa de tres pisos en pleno centro de Guayaquil, antigua y rodeada de personas que hacían de las calles su morada. Por las noches, abrían el gran portón y dormían en los escalones de la escalera. Mi padre, ya adulto mayor, bajaba cada mañana con sumo cuidado para no tocar los cuerpos que dormían plácidamente. Yo, con no más de 17 años, temiendo que se cayera, grité que se levantaran para darle paso. A mi padre le disgustó mucho mi actitud y me dijo: “Tú haces eso porque tienes casa”. Y continuó bajando con dificultad, como lo había hecho desde siempre, sin perturbar el sueño de aquellos pobres indigentes.

Para que todos participemos del convite de la vida con empatía, alegría y amor, solo me queda repetir: paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Feliz Navidad 2025.

César Antonio Jijón Sánchez