Cartas de lectores: El insulto y el ataque: las respuestas del culpable

Ponen en evidencia que se sienten culpables de lo que se les endosa, pues no encuentran argumentos de altura para rebatir

Cuando en un país se enfrentan personajes públicos o expersonajes públicos, la esperanza de quienes escuchan es que sea un debate gratificante, lleno de enseñanzas y muestra del alto nivel intelectual que deben tener quienes se enfrentan.

Todos aspiramos a que quienes ejercen funciones públicas, desde el funcionario más básico hasta los mandatarios, en un debate demuestren la razón por la cual están en tal posición. Lo mismo aplica para quienes ya no ejercen esas funciones y participan en debates desde sus posiciones alejadas. Es gratificante cuando presenciamos expresiones que muestran preparación, altura intelectual y conocimiento, cuando al oponerse plantean soluciones que contribuyen al bienestar de la patria. El patriotismo no es solo un eslogan, sino actuar coherentemente con ese sentimiento: contribuir con soluciones basadas en experiencias que han dado resultados palpables. Los resultados de una acción deben sentar bases sólidas que no puedan desbaratarse fácilmente, y que la idoneidad de lo actuado los transforme en permanentes; esto es el actuar de estadistas y profesionales bien intencionados.

Pero cuando en los debates se escuchan solo ataques, insultos y descalificaciones, sin ninguna propuesta, es preocupante y obliga a preguntarnos: ¿cuáles son las credenciales de estos actores públicos que creen que insultar y atacar es la norma? ¿Con qué narrativas consiguieron el favor popular? ¿Acaso estamos frente a una degradación de los valores que deben tener los funcionarios públicos?

En los últimos tiempos, presenciamos una participación agresiva del partido que perdió las elecciones presidenciales en nuestro país, donde exmandatarios y excandidatos solo exhiben insultos, descalificaciones y ataques, sin propuestas beneficiosas para el país.

Considero que esto demuestra que quienes así atacan muestran una deficiente educación académica, mala formación familiar y falta absoluta de patriotismo. Ponen en evidencia que se sienten culpables de lo que se les endosa, pues no encuentran argumentos de altura para rebatir.

José M. Jalil Haas