Cartas de lectores | División y el discurso del odio: un peligro para la democracia
El peligro está en cómo reaccionará la sociedad ante estas formas de ataque a las opiniones contrarias
En la actualidad ciertos medios de comunicación y las opiniones de los internautas están llenas de un odio evidente y visible, y también de odio solapado. No lo dicen abiertamente, pero nos damos cuenta de que está allí y nos incita a la división, a amenazar e incendiar el país. El discurso de odio, basado en la tergiversación de lo dicho o hecho, es el pan de cada día; un discurso que obnubila la razón e impide la objetividad. El peligro está en cómo reaccionará la sociedad ante estas formas de ataque a las opiniones contrarias al actual ‘statu quo’ político, ya que esta respuesta definirá automáticamente los límites de nuestra libertad de expresión, antes y después de la consulta popular.
Ecuador está dividido en tres grupos: los que están con el Gobierno y se niegan a ver y corregir sus errores, los que son contrarios al Gobierno y no dan crédito a las buenas acciones; y finalmente los que votaron por un verdadero cambio y no ven nada diferente. Para hacer más complejo el panorama, no podemos desprendernos hasta la vez de la nefasta administración correísta, que nos hace olvidar los retos que el país tiene, en materia de seguridad, corrupción, narcotráfico, educación, salud, empleo y, sobre todo, de cómo hacerle frente a la crisis económica que afecta de diferente manera a la gran mayoría de ecuatorianos.
La verdad, y hay que aceptarlo, a casi de dos años de administrar el Estado el presidente Noboa, hay mucho descontento de una parte de la población, y no porque sean correístas, como manifiestan sus seguidores. Hay una serie de razones detrás del descontento y del sentimiento de que el actual gobierno no brinda a los ciudadanos una voz genuina de cómo son gobernados y por quién. La primera razón es la dualidad en el manejo de los recursos del Estado, la sombra nefasta de funcionarios del correísmo incrustados en el actual gobierno, ocupando altas funciones; las intermitencias y desaciertos de autoridades, las incoherencias del Poder Legislativo ahora que tienen mayoría. Esto crea una sensación de que los que administran el Estado desconocen los caminos del desarrollo económico y social, creando altos índices de inseguridad y desigualdad, así como una creciente sensación de privación de derechos para una parte de la sociedad. ¿A qué intereses sirve la división y el discurso del odio? Creo que a aquellos que aspiran a saltarse el control ciudadano y democrático de la cosa pública.
Mario Vargas Ochoa