Cartas | Ansiedad y depresión: pandemias silenciosas de nuestra generación

Hable con alguien en quien confíe: un amigo, familiar o maestro. No cargue todo solo

Quizás es usted un joven que atraviesa momentos difíciles, o un padre/madre preocupado por su hijo. Quiero hablarles desde el corazón. Hoy muchos jóvenes luchan por dentro. Aunque no lo digan sienten ansiedad, depresión, vacío, angustia e incluso la pérdida de sentido para vivir. Según la OMS, uno de cada siete adolescentes sufre de ansiedad o depresión. Es más común de lo que parece. Vivimos en un mundo que presiona, que exige ser perfectos y que muestra una felicidad irreal en redes sociales. Se juzga, se compara y se siembra miedo al futuro, pero nadie nos enseña a manejar nuestras emociones ni a sanar por dentro. Por eso si siente que algo no está bien, si levantarse cada día cuesta más, si ha experimentado angustia o cansancio emocional, quiero decirle que no está solo. Nos han hecho creer que mostrar emociones es señal de debilidad. Que llorar o pedir ayuda es un fracaso. Pero pedir ayuda es un acto de valentía y reconocer que uno no está bien es el primer paso para empezar a sanar. No está roto: está en proceso. Está creciendo, y sí, a veces crecer duele. Llorar no quita valor; al contrario, le recuerda que está vivo. Sentirse mal no lo hace débil, lo hace humano. Tener ansiedad no lo hace raro. Todos pasamos por momentos así, incluso si no se nota por fuera. Y lo más importante: no está destinado a quedarse así para siempre. El dolor no es eterno. Hay salida, esperanza y un futuro maravilloso. En medio de todo el caos interior, recuerde una verdad poderosa: Dios no lo ha olvidado. Él lo ve, lo escucha y lo ama. Aunque haya dudado de Él y no lo sienta cerca. Cuando se rompe en silencio, Él está ahí. Cuando siente que ya no puede más, Él lo sostiene. No está caminando solo. Dios camina con usted, incluso en sus peores días. Y si hoy está vivo es porque su vida tiene propósito. Hable con alguien en quien confíe: un amigo, familiar o maestro. No cargue todo solo. Busque ayuda profesional si puede; la terapia no es para locos, es para valientes que desean sanar. Apártese del ruido digital y pregúntese con honestidad: ¿quién soy realmente? Ore. No hacen falta palabras perfectas. Solo hable con Dios con corazón abierto y sincero. Él escucha. Dé un paso a la vez. No necesita correr, solo avanzar. Y no olvide: su historia no termina aquí. Aunque hoy no vea salida, puede que mañana todo comience a cambiar. Confíe-Respire-Siga. Dios sigue escribiendo su historia con amor. No se rinda. Ame, viva, confíe y deje todo en sus manos. Para Él no hay nada imposible.

Jorge Defaz Novillo