Bajo ningún concepto llegue tarde a ver este largometraje, pues sus primeros 20 minutos son adrenalina pura: una batalla surgida en los campos del conflicto bélico mencionado en el argumento, donde a Ford, gracias al sistema digital ‘de-aging’, se lo ve joven. El sistema fue usado en El irlandés y ahora está perfeccionado. Luego, las cámaras llevan la historia a Nueva York.

James Mangold (Wolverine) dirige este Indiana Jones y logra una película ingeniosa, aunque no tenga la fuerza de los ‘capítulos’ previos, esos que dirigieron Steven Spielberg o George Lucas.

Le impone ritmo, entretenimiento y maneja bien el aspecto sobrenatural que siempre ha ostentado la serie. La envuelve con una dosis de melancolía o nostalgia que servirá a quienes vieron Los cazadores del arca perdida, allá por 1981, El templo de la perdición (1984), La última cruzada (1989) o El reino de la calavera de cristal (2006).

Para afianzar el sentimiento, toma prestadas imágenes y personas de esos filmes. Por ello, están Sallah Faisel-el-Kahir (John Rhys-Davis), Marion Ravenwood (Karen Allen) y Basil Shaw (Toby Jones).

Luego aparecerán nuevas figuras: Renaldo (Antonio Banderas), un buzo radicado en Grecia, y Teddy (Ethann Isidore), quien hará recordar a Sabú, el muchacho de la India que protagonizó El ladrón de Bagdad, filme de 1940 que, seguramente, consta en los archivos de quienes coleccionan videos cinematográficos.

Todos actúan con profesionalismo, pero no sobrepasan la caracterización de Harrison Ford, quien imbuye a su Indiana Jones con buen humor, habilidad para obviar momentos difíciles y, sobre todo, mostrar que con sus 80 años tiene la energía suficiente para escapar de las anguilas.

Fotografiada en Inglaterra, Tanger, Sicilia y un Nueva York sesentero, que muestra a Jones cabalgando un caballo en sus túneles, sirve para generar el sabor de la gran ciudad. La banda sonora, de John Williams, acentúa la acción y la fantasía con total perfección. Tal como es la trama, que viene llena de aventura y un misterio que forma su atmósfera escapista y evocativa.

El final, muy hábil y conmovedor, hace que el espectador capte con certeza la dignidad con que se despide al personaje creado por Ford. Como recuerdo aparecen el sombrero de fieltro llamado Fedora y el látigo que lo acompañó en su historial fílmico. Pero también deja la puerta abierta para una posible continuación. ¿Sucederá?

Nota al margen. ¿Sabía usted que Jones era el nombre de una mascota que tenía George Lucas?

Calificación: **** 1/2

EL ARGUMENTO

Nueva York, 1969. El arqueólogo y aventurero estadounidense Indiana Jones (Harrison Ford) está a punto de jubilarse como profesor y se apresta a firmar los papeles de su divorcio. De pronto aparece su ahijada Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge), a la cual no ha visto en 18 años. Ella le pide incorporarse a la búsqueda de la mitad existente del Anticitera, instrumento que inventara siglos atrás el sabio y matemático griego Arquímedes.

El artefacto detecta las fisuras del tiempo y, utilizándola, podría cambiarse la historia de la humanidad.

Pero Helena ha resultado ser una mercenaria que trataría de venderla al mejor postor. Se sabe que en el grupo de científicos de la NASA está el exnazi Jurgen Voller (Mads Mikkelsen), quien ambiciona el artilugio para lograr que Alemania gane la Segunda Guerra Mundial.

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