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La madre del Blues, Netflix
Viola Davis alcanza una actuación soberbia en esta cinta que ocupa los primeros lugares en la plataforma.YouTube

La madre del blues, una notable película con sabor a teatro

La cinta de Netflix se convierte en una radiografía de la psicología de los afroamericanos.

Sur estadounidense. ¿Año? 1927. En una carpa hecha de lona, de ambiente caluroso, ‘Ma’ Rainey (Viola Davis) canta sus blues (género musical de origen afro) y enardece al público. Días después está en Chicago para seguir grabando parte de sus canciones. La acompañan su gago sobrino Sylvester (Dusan Brown) y su pasión lésbica: Dussie Mae (Taylour Paige).

Allí la esperan el cuarteto musical que la secunda: Slow Drag (Michael Potts), Toledo (Glynn Turman) Cutler (Colman Domingo) y Levee Green (Chadwick Boseman) un trompetista bocón, “sobrado” y talentoso. Luego de sufrir un percance vehicular, Rainey ingresa al estudio de grabación que regenta Sturdyvant (Johnny Coyne) y a donde ha sido llevada por su azorado agente de raza blanca Irvin (Jeremy Shamus). La sesión musical se vuelca hacia la vida del cuarteto, las ambiciones y el comportamiento humano cuando priman los complejos y donde siempre aparece el inquietante destino.

Largometrajes cuyos personajes son afroamericanos quieren –supuestamente- imponer cuatro reglas: ser groseros con los blancos, amar a su familia, disfrazar sus complejos con altanería e impedir que les vean la cara. Todo ello está incubado en 'La madre del blues', solo que en esta ocasión vienen envueltas en situaciones trágicas y afianzadas por la calidad de sus intérpretes.

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Viola Davis (Óscar secundario 2016 por 'Cercas o Vallas') alcanza perfección. Ella es la mujer que lucha por su respeto, por su arte, sabiendo a cabalidad que vive un mundo blanco solo porque la necesitan cual filón de oro. Cuando se enfrenta con el jefe del estudio de grabación es un pantera y con su agente algo dócil pero despreciativa. Ella sabe lo que es, lo que vale y lo que la vida por su color le ha impuesto. Lo bueno es que la Davis jamás decae en su actuación, esto la ha llevado a ser nominada al Óscar por este filme.

Los diálogos, especialmente los del grupo musical, demuestran su origen teatral pero es tan interesante lo que dicen que agarran la atención del público; además, el terceto de actores es excelente.

Chadwick Boseman ('La pantera negra') brinda una labor trascendente. Al comienzo es el bufón social. Parlanchín, mujeriego, fanático del zapato fino, seguro de su arte instrumental y musical para la composición. La secuencia en que narra lo sucedido a su madre cuando él tenía ocho años es el momento cumbre de su actuación, es allí donde su rostro es la expresión total del pesar anímico, del talión. Su trabajo le ha merecido una nominación póstuma en este próximo Óscar pues murió el año pasado por un cáncer al colon.

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Y, por cierto, el trabajo actoral sirve para conocer la psicología de los afroamericanos, por qué son, a través de sus personajes, seres impositivos, en quienes hacer desplantes a los blancos es una justa y pequeña recompensa a los hechos que en la esclavitud y los años de prejuicios raciales menoscabaron sus vidas.

La dirección artística enaltece al filme pues el vestuario, los automóviles, los micrófonos, la ambientación, especialmente el estudio de grabación que genera claustrofobia y los arreglos orquestales pertenecen al 1927. Lo que podría fallar para el público son los extensos parlamentos.

  • Calificación: * * *