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Samara Weaving representa a Clair Wood, un personaje ficticio. Ella es aspirante a actriz que, aunque podría tener el mundo a sus pies, vive una existencia tan complicada como la de cualquiera.Instagram @hollywoodnetflix

Hollywood: ¿qué tan fiel es al mundo del séptimo arte de los años 40?

Con grandes actuaciones, otras no tanto, la última serie de Ryan Murphy para Netflix presume de una muy llamativa dirección artística.

¡Hollywood, años 40! El cine tiene problemas económicos pero el público sigue amando a sus estrellas. El glamur llena los musicales, los dramas y el sueño de toda muchacha o joven es convertirse en figura agigantada por la pantalla.

Jack Castello (David Corenswet), exsoldado de la Segunda Guerra Mundial, está allí con su mujer soñando ser un astro de cine. Va, día a día, a las puertas del Estudio Ace para tratar de convertirse, por lo menos, en extra cinematográfico. Raymond Aisley (Darren Criss), aspirante a director de cine, tiene en sus venas sangre filipina y esperanzas. Archie Colman (Jeremy Pope) es un guionista afroamericano, gay, viviendo, luchando el racismo existente. Ha escrito un guion sobre Peg Entwistle, la ‘starlet’ que (en la vida real) se suicidó al percibir que no llegaría a ser una gran estrella.

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Archie’s smile is a one-way ticket to Dreamland.

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Pero Jack y Archie caen en una red de prostitución masculina regentada, a través de una gasolinera, por Ernie West (Dylan McDermontt). Este hecho los pondrá en contacto con altas figuras del séptimo arte. Entre ellas, Avis Amberg (Patti LuPone), creadora del papel de Evita, el musical que luego interpretaría Madonna; Ellen Kincaird (Holland Taylor), jefe de reparto; Anna May Wong, figura importante del cine mudo y los primeros años del cine parlante; el productor Dick Samuels (Joe Mantello); y dos muchachas que buscan fama: Camille Washington (Laura Harrier), actriz de color, y Claire Wood (Samara Weaving).

Con seis episodios, Ryan Murphy hace de Hollywood, la miniserie, un verdadero atentado contra la historia de la otrora capital del cine

Murphy, como productor, no tiene la sutileza de Quentin Tarantino y por ello las alteraciones quedan convertidas en astracanadas.
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Tarantino, en Érase una vez en Hollywood cambió el final de Sharon Tate para dar un rayo de esperanza; Murphy lo hace para crear sensacionalismo y aumentar su teleaudiencia. Por eso descuida ciertos detalles: el noticiero que al abrir la historia ve Castello es de los años 30, pues allí está Clark Gable con una juventud que demuestra pertenecer a esa década, no a los años 40. Lo bueno es que, posteriormente, las canciones que se escuchan sí son las apropiadas: allí están las Andrews Sisters, Harry James, etcétera.

Enderezado el timón, y al igual que Tarantino, impone un nombre famoso: Mira Sorvino (Óscar secundario 1995 por Mighty Aphrodite) y le da el rol de Jeanne Crandall, papel que bien puede revivir su carrera.

El filme no exhibe la brillantez del technicolor de aquellos años, pero acierta con los tonos pasteles y las excelentes luces y sombras que acompañan las escenas dramáticas o de tensión.

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Good morning from Dreamland 🌟

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El diálogo, salvo las excepciones del caso, es bastante bueno, sobre todo, porque usa expresiones de los años 40. La frase ‘picture show’, utilizada para referirse a ver películas, era la que en ese entonces empleaba los Estados Unidos. Y cuando se refieren a producciones de aquellos años, son las correctas. Un ejemplo: la prueba cinematográfica de Castello, en la que carga a la estrella.

En la claqueta se lee ‘Tap Roots’ y, efectivamente, es una película de Susan Hayward titulada Raíces de pasión en el Guayaquil de 1949. Por esto y mucho más la dirección artística es llamativa.

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Pero donde verdaderamente triunfa la miniserie es en las secuencias que exponen los momentos previos al rodaje de un filme: la lectura de los guiones, las exigencias de producción, sus límites económicos, la selección de los intérpretes, de los sets y nada mejor que las escenas en que se une el reparto para autopresentarse, leer el guion en presencia del autor, del director y escuchar cómo serán las tomas, los movimientos de cámara, esa es toda una lección para el estudiante de cine. A eso se agregan las clases de dicción, de conocer la base de los idiomas, las modulaciones de voz, la manera correcta de pronunciar las palabras.

Las escenas de Queen Latifah, caracterizando a Hattie McDaniel, la primera actriz negra en ganar un Óscar secundario (Lo que el viento se llevó, 1939) no solo que son ciertas, sino que en los diálogos creados para ella, sabe actuarlos con tremenda nostalgia, pasión y ternura. Michelle Krusiec como Anna May Wong, excelente, refleja el sufrimiento de quienes con talento no pudieron cosechar laureles.

Y hablando de actuaciones, se llevan las palmas no solo Latifah, sino Holland Taylor; es tal su naturalidad que debería ganarse un premio.

Certeza es Joe Mantello como Samuels. Él le da fuerza al personaje y lo convierte en imagen absoluta del productor que rige los estudios con mano de hierro y sapiencia. Gana palmas Rob Reiner como el dueño del estudio: Ace Amberg es el verdadero mogul… implacable, mujeriego, seguro de lo que aprecia el público.

También descuella Dylan McDermott en el rol de Ernie West. Medio se salva David Corenswet, pues recrea la imagen del galán cinematográfico de aquellos años: bonachón, medio bobón, pero lo suficientemente ambicioso como para luchar la vida y sus desilusiones.

Patti LuPone actúa a perfección, pero queda embalsamada en la caricaturización de su personaje y de eso tiene culpa la forma en la que han construido su imagen. Laura Harrier, en el papel de Camille, no debió ganar el Óscar de mentirillas, su actuación es deplorable. Samara Weaving como Claire Wood es una mala copia de Verónica Lake.

Resumiendo: Hollywood es orgiástico y prohibido para menores de 18 años.

Notas al margen

¿Y de dónde proviene la base argumental? He aquí la historia: “En el año 2012 Scotty Bowers, exinfante de Marina, escribió un libro titulado Servicio Completo. En sus páginas, con pelos y señales, nombres y profesiones narró las intimidades sexuales de gente famosa en aquellos tiempos. Fue un éxito de librería.

Bowers murió en el 2019, a los 96 años. Había sido el propietario de la gasolinera, el inventor del ‘servicio completo’” (Wikipedia). Hay gente que afirma todo es producto de su imaginación. Otros lo dan por hecho. Ryan Murphy, probablemente, lo ha seguido y aumentado con historias de su propia cosecha.

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