El documental es un mundo aparte con respecto a los demás géneros cinematográficos, pues la narrativa audiovisual es diferente. Es más bien un cine informativo y didáctico que aspira a reflejar, expresar, la realidad en forma objetiva. 

En este caso figura la pasión de Harry, príncipe de Inglaterra, y el amor de Meghan Markle, actriz capaz, pero jamás una gran estrella. Su mérito era y fue su controlada y sincera actuación en La ley de los audaces (Suits, en la versión titular para los de habla inglesa). A ello agregamos su exitoso y humanístico programa expuesto en la televisión norteamericana y sus visitas al continente africano, totalmente sociabilizadas.

La serie (seis episodios de 55-60 minutos) profundiza a cada personaje a su debido tiempo: Harry, Meghan, los padres, la princesa Diana, compromiso matrimonial, la boda y la decisión de no ser parte de las actividades inherentes a su linaje y título: duque y duquesa de Sussex. Para ello reproducen encabezados de los tabloides, exhiben cartas, textos, fotografías, noticieros, etcétera, irreprochablemente editados, pero… en ningún momento aflora algo nuevo, algo que vislumbre lo ignorado por quien esté pegado a la prensa rosa. Es más bien un desahogo perenne que va en pos de una justificación.

Podría ser que esta madurez o enajenación de la pareja no agrade, pero es justo añadir que, regularmente, no vemos al cine tal como es, sino como somos nosotros, es decir, que cada espectador verá a 'Harry y Meghan' bajo el cristal de sus doctrinas y principios: la mayoría los aplaudirá porque rompieron barreras, se aman sin prejuicios y él se adapta con vertiginosidad a su nuevo estatus. Muchos quedarán sorprendidos de la actitud espontánea con que Harry toma el galardón llamado Premio de Imagen, por su apoyo a las comunidades negras (NAACP, por sus siglas en inglés).

Observando el documental con una amiga, ella -al ver la secuencia- trajo a la memoria el impactante segmento en que Emil Jannings, durante una escena de 'El ángel azul' (1930) olvida su posición de profesor emérito y, a insistencia de Lola (Marlene Dietrich), su gran pasión, profiere al pie de los estudiantes que llenan el cabaré, el cacareo de un gallo, lo cual genera la burla e irrespeto de sus pupilos. Comparación exagerada, pero sirve para demostrar la forma en que será definido el documental. Otros, en cambio, homenajearán todas y cada una de las acciones que involucraron e involucrarán esas vidas.

Por supuesto que ningún ser humano estará de acuerdo por la forma en que la prensa del Reino Unido trató a Meghan: calumniándola, hostigándola y, sobre todo, escribiendo sobre su mestizaje. Nadie tiene derecho a ofender y peor a una mujer.

Las entrevistas al agente y amigos de la exactriz son positivas y los razonamientos del príncipe dejan entrever a un ser humano originalmente feliz, luego rebelde, parrandero, inconforme. Sobresalen los recuerdos que de su madre tiene y el fiero deseo de llevar una vida sin presiones, ser libre. A veces titubea para formar las oraciones y en otras habla con firmeza. Seguro que su amor a la ahora duquesa es lo que su vida necesitaba. 

Meghan es certera, sabe lo vivido y lo expone con total seguridad y logra hacerse comprender, sobre todo porque exterioriza sus intentos de adaptación a la realeza. Al verla junto a sus hijos y Harry (H, le dice ella) es percibir la libertad que tanto anhelan.

La prensa del Reino Unido ha criticado duramente sus capítulos: “(…) mal informada y bajo ningún aspecto reflejan la modernidad de la mancomunidad británica” o “ (…) ¿Es un chiste el hacer una genuflexión a la Reina?”. También agregan: “Repetitiva y aburrida”. Algunos exigen se les quite sus títulos nobiliarios.

Cine y Algo Más agrega: Serie que ya ha levantado controversias, pero que está realizada con buen tono, acertada dirección (Liz Garbus), clara exposición de los hechos, buena fotografía y muy ceñida a las bases que el documental exige.

Por este único día no imponemos estrellas, estas las colocarán ustedes… Gracias y Feliz Navidad.