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CARAMELO, PELÍCULA NETFLIX
Caramelo (Netflix), película brasilera dirigida por Diego Freitas, cuenta la historia de un perro callejero.Netflix

Crítica de cine. Caramelo, ¿la película brasileña más tierna y colorida de Netflix?

La cinta brasileña Caramelo conquista Netflix con una historia de amor, amistad y lealtad entre un chef y su perro

A 23 kilómetros de São Paulo se detiene un vehículo. Quien lo maneja extrae una caja y la deja a orillas de la carretera. Esta se mueve, se voltea y de ella sale un perrito… lo han abandonado. 

Hambriento, percibe el aroma de pollos a la brasa. Cruza, llega al asadero, roba una presa y huye. Tres años más tarde, es un perro callejero; sigue robando y, por ello, ha ingresado a un restaurante. Pedro Dantas (Rafael Vitti), asistente del chef, ve su accionar. Lo echa, pero su salud se resiente y sale a tomar aire fresco. 

Afuera está el quiltro, que lame su cabeza. El muchacho lo adopta sin saber el desastroso comportamiento de Caramelo, como lo ha bautizado. Iván (Roger Gobeth), chef y jefe de Pedro, renuncia, y el joven hereda el puesto. 

Con su 'coxinha', alimento muy popular en la cocina brasileña (pechuga de pollo deshebrada, envuelta en masa y frita), logra que la crítica especializada aplauda su gastronomía, satisfaciendo a la exigente dueña: Martha (Carolina Ferraz). 

Conocerá a Camila (Arianne Botelho), dueña de un refugio para perros, y a su socia Lu (Noemia Oliveira). Surge la chispa del amor y la comedia se convierte en drama.

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Los perros, en el cine, siempre han sido taquilleros. Hollywood tuvo a Rin Tin Tin, Totò, Asta y Lassie. Ahora, Brasil presenta a Caramelo, un perro mestizo que refleja amistad, vida, pena, cariño y lealtad.

Diego Freitas, su director, no aporta novedad alguna, pero cuando termina la función, los espectadores salen complacidos, pues han pasado un buen rato. Algunos quedan sorprendidos por la forma en que el largometraje utiliza el color: estos no se diluyen (salvo las secuencias al pie del mar).

Estos se exhiben como si todo fuese una pared cubierta de pegatinas de tonos intensos -rojos, azules, verdes- que visualmente impactan, igual que la música y ese folioscopio (Flip Book, en inglés) que Leo (Bruno Vinicius) obsequia a Pedro, generando remembranzas del carnaval.

Las actuaciones son destacables, especialmente la de Arianne Botelho. Ver cómo sus ojos reflejan amor, tristeza y temor satisface el espíritu del cinéfilo. Cristina Pereira, como doña Zélia, encarna con precisión a una madre que debe luchar contra el orgullo y el destino. 

Vitti lo hace bien, aunque se debilita en las escenas tristes, donde le falta esa fuerza íntima que los grandes actores llevan dentro de sí. Vinicius acierta, sobre todo en las secuencias que transmiten valentía a Pedro.

El montaje de Caramelo esquivando autos está muy bien logrado; se siente el peligro. Y ni hablar de los 'actores' de cuatro patas: el par de chihuahuas negras ladrándole a todo el mundo, los ejemplares tercos, los inquietos y ese refugio que, aunque a veces no tiene cómo pagar el arriendo, sigue adelante y conmueve.

Caramelo es un acierto, pues cada una de sus escenas conserva la emoción necesaria. Cuando busca ayuda, unos veinte minutos antes de que aparezca la palabra FIN, genera una tensión perfectamente controlada por su adiestrador y el camarógrafo.

No es un peliculón, está lejos de serlo, pero agrada, al menos a los ecuatorianos que la han colocado, a través de Netflix, en el primer puesto de los estrenos de un octubre que ya llega a su mitad.

  • Calificación: * * * 

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