
Las zonas porteñas donde el comercio marca su identidad
Hay calles que son reconocidas por la presencia de locales que ofrecen productos específicos. Corredores no oficiales atraen
Yolanda Carpio cotizaba los precios de un medicamento para una dolencia lumbar en una distribuidora farmacéutica ubicada en las calles Alejo Lascano y Ximena. Con receta en mano, la mujer iba preguntando los costos en algunos establecimientos similares de esa zona céntrica de Guayaquil.
“Me queda muy cerca de mi casa y tengo varias opciones donde comprar. Creo que muchos guayaquileños venimos acá cuando estamos enfermos o tenemos malito a algún familiar”, manifestó Carpio.
Así como ese sector porteño es reconocido por la venta de medicamentos, hay otras calles de Guayaquil cuya identidad comercial también se ha definido con el tiempo. Son zonas donde los negocios, establecidos desde hace décadas, han convertido a estos sectores en corredores no oficiales de productos específicos, ampliamente identificados por la ciudadanía.
Fausto Núñez llegó en su vehículo a la calle Ayacucho el pasado martes, a buscar repuestos para automotores. Uno de sus faros sufrió un desperfecto y necesitaba cambiarlo. “Es un arreglo rápido, aquí vengo a un local que da buenos productos a buen precio”, dijo.
A lo largo de este sector hay decenas de locales ligados a esta actividad. Asimismo, vendedores intentan captar a los clientes acercándose al carro y dándoles un ‘diagnóstico’ preliminar de otro daño que su vehículo claramente no tiene.
La calle Los Ríos es otro ejemplo
En la noche, cerca del sitio, se activa la calle Los Ríos. El olor a cangrejo cocinado inunda todo el sector, pues desde la intersección con Colón hasta Ayacucho hay restaurantes que ofrecen este crustáceo.
La música en alto volumen y los comensales en mesas sobre las veredas degustando platillos: ese es el ambiente diario en el sitio (cuando no hay veda, por supuesto). Y se replica también en Sauces 8, donde hay un corredor para los amantes del cangrejo.
Basta caminar por la calle 17, en el oeste, para notar que en casi cada cuadra decenas de locales ofrecen llantas de todo tipo.

En la calle Cuenca, hacia el suroeste, ocurre algo similar con los muebles: en un breve recorrido es posible encontrar camas, colchones y juegos de sala apilados en las veredas, en un intento de seducir con precio y resistencia.
Y si de útiles escolares se trata, los alrededores del Mercado Central (entre Lorenzo de Garaycoa, 6 de Marzo, Diez de Agosto y Colón) se transforman en una feria no oficial, con uniformes colgados por doquier y cuadernos a la vista, listos para escoger.
La segmentación comercial por zonas no es exclusiva de Guayaquil, aunque en esta ciudad se manifiesta con particular intensidad. Así lo explica el investigador histórico Javier Castillo, quien señaló que esta dinámica también se observa en otras urbes del país.
Aun así, reconoció que el fenómeno en Guayaquil está más marcado, en parte por su tamaño y tradición comercial.
Castillo explicó que esta organización de negocios por rubros no responde a una planificación oficial, sino a un proceso espontáneo
Y habla de un patrón: aprovechar la afluencia de público que atrae el primero en arriesgarse. Para los comerciantes, resulta más rentable instalarse en una zona que ya es reconocida por ofrecer determinado producto o servicio, que iniciar desde cero en un sector desconocido. Así nacen calles especializadas en repuestos, medicinas, textiles o comida.
Es lo que ocurre en los alrededores del parque Chile, donde aún sobreviven locales veterinarios y tiendas de insumos agrícolas. ¿El origen? A mediados del siglo pasado, ese sector funcionaba como una especie de terminal improvisada: hasta allí llegaban vehículos desde cantones de Guayas y Los Ríos, cargados con agricultores, animales de granja y productos del campo. Fue esa dinámica la que dio pie a la aparición (y posterior concentración) de negocios dedicados a atender ese flujo.
Castillo recordó que Guayaquil, como ciudad puerto, ha sido históricamente un punto clave de entrada y distribución de mercancías en el país. “Aquí arribaba todo primero y desde aquí se distribuía hacia el resto del Ecuador. Eso reforzó su carácter comercial y dinámico”.
Por ello es que la cultura guayaquileña ha desarrollado una aguda sensibilidad para detectar oportunidades de negocio. “El guayaquileño promedio se las ingenia y termina vendiendo lo que sea. Hay una chispa comercial que está muy presente en la ciudad”, expresó.
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