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Guayaquil histórico Foto cortesía

Guayaquil, sociedad abierta a extranjeros y ecuatorianos

A pesar de Ecuador tener un sistema económico disfuncional, continuamente surgen nuevos empresarios de éxito

Guayaquil por ser puerto y ciudad de oportunidades para nacionales y extranjeros no discrimina a las minorías; quien tiene ideas, trabaja y se pone metas difíciles de alcanzar usualmente sale adelante. Apellido y origen no han sido obstáculos. Hay tres siglos de evidencia. No es verdad lo que sostienen intelectuales izquierdistas al decir “los mismos de siempre”. No existen. Ninguno adora al Estado. Durante 35 años he investigado dentro y fuera del país la historia de los empresarios. He publicado numerosos libros sobre ellos; los últimos dos fueron publicados por el Club de la Unión y se venden en su biblioteca.

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Muchos con pocos recursos lograron tener enorme éxito en lo económico y social. Pondré tres ejemplos, ninguno nació en Guayaquil. En 1832, el español José Morla López era cajonero, es decir, vendedor ambulante, no tenía dinero para alquilar local comercial. El cajonero vendía al detal desde su cajón que se usaba para exhibir y guardar; vendían en ciertos sectores del centro de Guayaquil, como la aduana. Frecuentemente el Cabildo trató de reubicarlos, pero protestaban. Situación similar a la que ocurrió en el siglo XX y continúa. Con el pequeño capital y apoyo de sus hijos Juan José y Nicolás, esa familia inició larga y fructífera carrera empresarial comprando primero una hacienda y con el transcurso de los años otras más. Hacia la segunda mitad del siglo XIX, sus nietos Homero, Horacio, Ovidio y Virgilio Morla Mendoza tomaron la posta y continuaron diversificando los negocios. Ocuparon importantes cargos públicos y fueron miembros del directorio del Club de la Unión.

Lisímaco Guzmán Guerrido, colombiano, llegó a Guayaquil en busca de futuro, luego de trabajar en una empresa comercial, en 1881 fue contratado por Daniel y Esteban López Saltos, nacidos en Jipijapa con negocios de agricultura, exportación y comercio en su ciudad y Guayaquil. Durante los próximos 25 años trabajó en esa empresa. Con los años, Daniel compró las acciones de su hermano. La razón social cambió de López Hermanos a Daniel López & Cia. Al hacerlo apoderado a Guzmán, nuevamente cambió a Sucesores de Daniel López y finalmente a López & Guzmán. En 1908 se la cedió, convirtiéndose en Lisímaco Guzmán & Co. En la primera década del siglo XX, Guzmán se convirtió en el segundo exportador más grande del país. Tuvo otros negocios, entre ellos representación de naviera extranjera. Por su prestigio Guzmán ingresó a la Junta de Beneficencia de Guayaquil y permaneció en ella hasta su fallecimiento.

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Rafael Valdez Cervantes nació en Ibarra; buscando futuro viajó a Esmeraldas, donde conoció a Uladislao Concha Piedrahita, próspero comerciante, y futuro suegro. Después de trabajar pocos años en el negocio de su suegro, se estableció en Guayaquil para comprar tabaco esmeraldeño y venderlo a la fábrica de cigarrillos del puerto. Luego, se asoció con un comerciante apellido Miller para dedicarse a la importación de artículos europeos. Cuando había hecho un pequeño capital y con un préstamo bancario compró tierras para sembrar caña a las afueras de Milagro. Valdez proporcionó luz eléctrica a esa ciudad; fue la primera población de Ecuador en tenerla. En 1884 constituyó el ingenio de azúcar que por varios decenios fue el más grande del país. El ingenio Valdez se convirtió en el “Municipio” de Milagro. No hay espacio para mencionar a Ildefonso Coronel, Evangelista Calero, y tantos otros a los que la sociedad guayaquileña abrió las puertas. La Cámara de Comercio de Guayaquil fue presidida por varios extranjeros: Eduardo Arosemena Merino, Martín Reinberg, Hermann Moeller y Max Müller.