colonia de gatos cementerio guayaquil
Clima. Cuando la temperatura baja, salen y se acuestan sobre las lápidas.Miguel Canales / EXPRESO

Un dilema que ‘cuida a las almas’

En el Cementerio Patrimonial hay más de 200 gatos. Estas colonias se repiten en otros países y son un atractivo turístico. En Guayaquil, cambia.

En el Antiguo Egipto, los gatos eran sinónimo de protección. En el mundo sobrenatural, son un portal dimensional con el mundo de las entidades. Sus sentidos pueden captar cuerpos energéticos, imposibles para los humanos, explica Ronald Chávez, experto en fenómenos paranormales.

Los cementerios son, probablemente, los lugares donde más confluye esta energía. Por eso, asegura Chávez, en Francia, Argentina, Perú, Colombia, México, hay camposantos con colonias felinas impregnadas de leyendas en las que aparecen como los ‘guardianes de las almas en pena’. 

Guayaquil, no es la excepción. Sin embargo, lejos de relacionarlos con el misticismo explotado turísticamente a nivel internacional, los más de 200 gatos que habitan en el Cementerio Patrimonial, representan un dilema para la Junta de Beneficencia, que administra el camposanto.

A pesar de que no es competencia de esta entidad, señala Roberto Wong, jefe operativo del cementerio, ellos no botan a ningún gato que llega o nace entre las bóvedas blancas. Detalla que, incluso, han tenido que invertir en más materiales para el aseo de las tumbas y reparación de los jardines que son destruidos por los felinos.

Cuando la temperatura baja y las lápidas se enfrían, aparecen, de todos los colores y tamaños en las puertas 13, 10, 8, 6 y la 3, que es la zona Patrimonial, su favorita. 

Esto tiene dos explicaciones: En lo paranormal, los gatos se reúnen en lugares donde hay almas que están trascendiendo. “Hay personas que fallecen, sobre todo de forma violenta, que no notan que han muerto. Los gatos son reconfortantes energéticos para esa alma”, revela Chávez.

En lo terrenal, los panteoneros creen que se han acostumbrado a esas zonas porque es allí donde desconocidos llegan a alimentarlos. Maritza Zevallos es una de las muchas voluntarias que se ha encariñado con los mininos y les deja comida cuando puede.

Trabaja como cuidadora de vehículos en la zona desde hace 25 años. En todo este tiempo ha visto crecer a la colonia gatuna que se empezó a formar desde antes de su llegada. “Fue una monjita la primera persona que llegó a darles de comer”.

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Alimentación. No les falta agua, pero sí alimento.Miguel Canales / EXPRESO
Estudio.

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Gonzalo Vicuña, comerciante de unos 40 años, lo sabe. Era un niño de ocho cuando la religiosa le pagaba, con un vaso de colada y un pan de dulce, para que se trepara por las rejas del camposanto y les arrojara cabezas de pollo cocinadas.

Su compañera Blanca Vicuña, la más antigua vendedora de flores del cementerio, lo recuerda. “La monjita dejó de venir porque se enfermó”, cuenta. Ahora, una benefactora anónima es quien les envía alimento y le paga a un veterinario para cuidados y esterilizaciones, dice.

No obstante, para Wong, el camposanto no es un lugar adecuado para los felinos, que deberían estar en un refugio. “La ciudadanía debe entender que este es un lugar de mucho respeto, donde descansan nuestros seres queridos”, lo menciona para referirse a quienes llegan a abandonar a gatitos recién nacidos.

Lo hacen por las noches, en cajas o fundas negras. Durante el invierno, lamenta, muchos se ahogan. Agrega que la Junta ha enviado oficios al Municipio, Prefectura y a diferentes fundaciones de animales sin obtener respuestas.

Cynthia Ubillus, directora de Bienestar Animal del Gobierno del Guayas, mencionó a EXPRESO que la colonia gatuna del cementerio patrimonial “es competencia de la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil”. Añadieron que este departamento es responsable de los demás 24 cantones de la provincia.

Este Diario solicitó información sobre estos animales al Municipio de Guayaquil, pero hasta el cierre de este reportaje, no hubo respuesta. 

Blanca sueña con que más personas se unan para alimentar a los gatos, como ocurre en el cementerio del Père Lachaise, en París. Los gatos que viven allí son tan célebres, que es uno de los atractivos turísticos de ese lugar. Allí, la mayoría está esterilizada y decenas de voluntarios arrastran carritos con comida a diario y ayudan a limpiar las áreas. 

Wong no lo ve como una opción turística, porque no es beneficioso para el cementerio. De hecho, no cree que se vuelvan un atractivo. Maritza, en cambio, reconoce que hay visitantes que se quedan maravillados con los mininos, que son los que “acompañan a los muertitos”.