Buseteros víctimas de delincuencia.
Los conductores de buses denuncian constantes extorsionesIlustración Miguel Rodríguez

Conducir un bus en Guayaquil: entre la inseguridad, extorsiones y miedo constante

Choferes de buses en Guayaquil enfrentan violencia diaria. Piden más presencia de las autoridades

Salir a trabajar al volante de un bus urbano en Guayaquil se ha convertido en una verdadera ruleta rusa. Así lo describe Axel (nombre protegido), chofer de la línea 54, quien ha sufrido tres asaltos mientras cumple su ruta por la vía Perimetral.

El temor que lo acompaña en cada jornada se intensificó tras el ataque ocurrido el martes 19 de agosto, cuando un conductor y un cobrador de la línea 85 fueron asesinados en Bastión Popular.

Ese día, un ataque armado terminó con la vida del chofer Jhon Trejo y del cobrador Segundo Murillo. Las primeras indagaciones apuntan a que el crimen estaría vinculado con presiones extorsivas de la banda Los Águilas.

Aunque Axel asegura que en su cooperativa no han recibido amenazas directas por “vacunas”, reconoce que la inseguridad es una sombra permanente. Su ruta lo obliga a transitar por sectores de alto riesgo como Nueva Prosperina, considerada la zona más violenta del país. Allí, un puente cercano al Registro Civil Norte, conocido popularmente como el túnel, se ha convertido en un punto crítico de asaltos.

Historias que circulan entre choferes

Narcopirotecnia

¿Narcopirotecnia en Guayaquil? Fuegos artificiales, cada vez más comunes en la ciudad

Leer más

El miedo no solo nace de las experiencias propias, sino también de lo que se comparte en grupos de WhatsApp entre conductores. En uno de esos chats, un colega mostró un video estremecedor: un bus vacío, con manchas de sangre en el piso y los asientos.

Anoche me asaltaron de nuevo en la última vuelta. A un pasajero lo apuñalaron, miren la sangre. Ya no se puede trabajar así. Todos los días asaltan, si no al chofer, al pasajero. Señor jefe del grupo, denuncie, porque estamos saliendo a trabajar con incertidumbre”.

Pérdidas económicas y ausencia de control

La única estrategia de protección para Axel es la desconfianza. “Tenemos que detenernos antes del paradero y observar quién está ahí. Si parece sospechoso, cerramos la puerta y seguimos, aunque perdamos dos o tres pasajeros. Es mejor perder un poco que arriesgar la vida”, explica.

Pero esa estrategia también golpea al bolsillo. Si antes lograba reunir hasta 250 dólares diarios, hoy apenas alcanza entre 190 y 200. La gente, asegura, prefiere pagar más por un taxi antes que exponerse a la violencia en el transporte público.

A la merma en los ingresos se suma la falta de resguardo. “No hay patrulleros vigilando. Si suben a robar, solo nos queda dejarnos robar. Nadie se arriesga por un teléfono o una moneda”, comenta.

La violencia también se expresa en agresiones físicas. El mismo día del ataque a los trabajadores de la línea 85, un conductor de la 54 fue brutalmente golpeado por negarse a dejar a un pasajero en un lugar no autorizado. En su siguiente recorrido, lo interceptaron con refuerzos y lo golpearon hasta dejarlo malherido. “Uno no puede responder ni una palabra. Solo queda callar”, confiesa Axel.

BUSES ROBOS
Choferes lamentan que el incremento de casos de extorsión se incrementen.ARCHIVO EXPRESO

El modus operandi de los delincuentes

Los asaltantes suelen mezclarse entre los pasajeros. “A veces se visten bien, pagan su pasaje y esperan el momento”, detalla. Hace dos semanas, tres hombres abordaron su unidad en la ‘entrada de la 8’. Para evitar el robo, fingió una falla mecánica, devolvió más de 30 pasajes y perdió alrededor de 10 dólares.

“Mejor perder unos billetes que arriesgar todo o exponer a los pasajeros”, concluye. Para él, la única salida real es una acción policial efectiva en los puntos más conflictivos: “Los agentes saben dónde son los paraderos peligrosos. Con operativos encubiertos podrían capturar a muchos. Pero la gente no denuncia por miedo”.

“A veces se visten bien, pagan su pasaje y esperan el momento.

Conductor de bus

El miedo es evidente en otras cooperativas. En la estación de la línea 55, en Martha de Roldós, los conductores evitan hablar con la prensa: un simple movimiento de cabeza es suficiente para rechazar entrevistas. “Las vacunas no van a parar”, murmura uno de ellos.

Un cobrador de la línea 10, en la cooperativa Juan Montalvo, reconoce: “Por ahora no hemos sido víctimas, pero en el centro la situación está peor. Uno anda con miedo hasta como pasajero. A veces los que venden caramelos resultan ser ladrones armados”.

Te podría interesar: "Yo te los pago", la desafiante respuesta de Aquiles Álvarez ante reclamo por hueco

Su única medida de protección es mantener las puertas cerradas y encomendarse a la suerte. “Andamos con miedo, y que sea lo que Dios quiera. Protección no tenemos de nadie”, lamenta.

Este medio solicitó a la Fiscalía datos sobre las denuncias presentadas por transportistas urbanos durante 2025. La respuesta fue que el Sistema Integrado de Actuaciones Fiscales no cuenta con una variable que identifique si las denuncias corresponden a choferes de buses urbanos. En otras palabras, no existe un registro oficial que permita dimensionar el problema.

De igual forma, se buscó información en la Zona 8 de la Policía Nacional, pero hasta el cierre de esta nota no hubo respuesta.

Christian Sarmiento: "Es difícil mantener un servicio de buses así"

WhatsApp Image 2024-09-09 at 11.09.51
Christian Sarmiento, presidente de la Fetug, también se refiri´ó al temaJOSUÉ ANDRADE
EXPERIENCIA EN BUSES URBANOS

El terror de subirse al transporte público en Guayaquil

Leer más

Christian Sarmiento, presidente de la Federación de Transportadores Urbanos del Guayas (Fetug), reconoce que la situación ha sobrepasado los límites. “Los delincuentes se presentan y dicen que ese es su territorio, y que hay que pagar para trabajar tranquilos”, asegura.

Según sus cálculos, alrededor del 80 % de las 114 rutas de Guayaquil ya están contaminadas por la extorsión. Los sectores más golpeados son los del noroeste: Monte Sinaí, Ladrillera, Puente Lucía, Mucho Lote y Socio Vivienda, donde los delincuentes cobran entre 1 y 3 dólares diarios como “protección”.

El dirigente explica que incluso la rutina de trabajo se ha modificado: los buses que antes arrancaban a las 04:30 ahora lo hacen hasta una hora más tarde, cuando hay más movimiento en las calles. “Todos trabajamos con miedo. ¿Quién puede laborar bajo amenazas?”, cuestiona.

Sarmiento insiste en que la solución pasa por inteligencia estatal y acciones coordinadas. “No basta con operativos aislados. Tiene que existir una estructura de protección para quienes se atrevan a denunciar. La gente no confía, porque todos saben que hasta algunas instituciones públicas están infiltradas”, concluye.

Para seguir leyendo más contenido de EXPRESO, suscríbete aquí